miércoles, 25 de noviembre de 2015

El derecho a estar arrecho

El derecho a estar arrecho...
O de como la dictadura de la felicidad busca quitarle su derecho a reaccionar.

No puede uno ya tener ceño fruncido con tranquilidad, no puede uno ya tener derecho no a estar molesto, sino "a estar arrecho"; motivos para estarlo sobran: lo robaron, le lanzaron un carro o una moto encima, la policía lo paró para ver si tenía plata, porque caminaba muy rápido o quizás muy lento, porque parecía sospechoso o porque no lo parecía y eso era justamente lo sospechoso, porque está Ud. muy joven o porque está muy viejo... motivos muchos hay, la cuestión es que hoy en día ya no hay derecho.

Para hoy estar arrecho uno se tiene que esconder, se ha vuelto casi como era en tiempos anteriores llorar; ahora el asunto se vuelve personal aquí: cuando yo era pequeño se me daba muy bien llorar, pero una vez que pisé la adolescencia, me cortaron los frenos y no los del llanto sino los de la arrechera; cuando su familia parece sacada de una novela, el gobierno se parece a los directores de un instituto siquiátrico victoriano en los cuales desangraban a la gente y los ciudadanos ya parecen todos de manicomio... pensaría Ud. que tiene uno mucha razón en recalentarse y estallar, o al menos dignamente llevar su cara de molestia, pero resulta que ahora a uno tampoco lo dejan ¡no! ¡no lo dejan! a uno lo vén así y lo mandan a un curso de autoestima, de yoga, a comer cosas m̶i̶c̶r̶o̶b̶i̶ó̶t̶i̶c̶a̶s̶  macrobióticas, a comer sushi -sería mejor que lo mandasen a uno a comer mierda, aunque sea, al menos eso tendría más dignidad-, le dicen a uno que no se puede escapar a la felicidad, que uno debe aceptar la crítica constructiva y sonreír, .

¡PERO ES QUE NO QUIERO!
Sonreír sin sentirlo es como orgasmo falso de prostituta, vale más para mi una cara de culo sentida que una sonrisa falsa. Tanto que pareciera que quisieran violarlo a uno con eso de la felicidad, parecen adictos a las 3 de la mañana en la calle cuando ván en su paranoia y su vuelo peligrosos y enloquecidos... el adicto de la calle con su bote de pega, su ácido y sus pepas, y éstos nueva-era ahora con su bote de felicidad a juro, resulta que si ahora uno reacciona a su entorno de basura, ratas, miseria, malos olores y abuso es entonces uno el que debe ser medicado, no el entorno el que debe ser sanado.

A veces les temo... son como la madre que le pega al niño si se ríe duro pero también le pegan si no sonríe, no agradece la migaja y dice que no es feliz. Y así como manejan la casa, la comunidad, el negocio, también manejan el país: en feliz negacionismo, en desastre, y sin planificación y si osas decir que no eres feliz: golpes contigo o exclusión, ya decidirán los otros por tí en su dictadura de la felicidad cual ha de ser tu suerte social según ésta 'División de la Alegría', por cierto para quienes se les olvide qué o quiénes eran "La División de la Alegría", ésta era una sección en los campos de concentración que tenían los nazi, donde se encontraban quienes debían darle "alegría y placer" justamente a quienes curiosamente tenían que sentir asco de ellas, es decir: era un burdel pero obligatorio... básicamente nuestra misma sociedad actual, pero con otra cara.


"Máscaras" Emil Nolde (1911).


Ya se me parecen mucho a Stalin -con ésta imposición de la felicidad, con éstos ministerios de la felicidad, días de la felicidad, año de la felicidad, campañas por la sonrisa, cursos de autoestima, yoga y felicidad que parecen ya un culto- tanto me lo recuerdan como aquella vez que dijo:

"La alegría es la característica más sobresaliente de la Gran Unión Soviética".

sábado, 21 de junio de 2014

Descripciones y reflejos

Resulta curioso como en describiendo a "el otro" o "lo otro", siempre hay una descripción del "uno mismo"... así sea sólo por fracciones inconscientes o por retazos de la historia propia...

Se encuentra en eso más allá lo que ya está en lo propio, hasta con los ojos cerrados y hasta sin saberlo a ciencia cierta.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Pintar sin bordes

Trataré de exorcizar a los pequeños demonios dedicándoles un escrito. Parte I.

Cuando era pequeño me la pasaba viendo libros de arte, creo que mi primer pintor favorito fué Picasso, pero ésto no por mucho tiempo, creo que me gustó por su propuesta, ver el mismo objeto desde diferentes caras, tal como cuando desdoblámos una figura tridimensional y la colocamos todos sus perfiles y vistas en un mismo nivel, como un plano para armar, creo que para esa época estaría yo estudiando quinto grado de primaria, y había visto en el libro sobre los planos de construcción de figuras tridimensionales, ésto se relacionaba, luego me seguí obsesionando con su pintura, ví el documental realizado por Dora del Guernica, hasta que me dí cuenta que Picasso era un imbécil y entonces su arte me dejó de gustar, lo de ser genio y tan imbécil y sin culpa, no me vá. Luego creo que fué Dalí y a la final mi pintor favorito quedó siendo Marc Chagall.

Un día -que yo también quería ser un innovador- quise comenzar a pintar sin bordes, que el único borde estuviese limitado por el color y las luces y las sombras, pero que nada lo delimitara, de hecho comencé a pintar sin primero trazar en lápiz, nada tenía bordes, porque yo rechazaba los límites, sólo la percepción de la luz era la que daría su contorno.

Otro día, tendría ya once años y en clase, nos mandaron a dibujar en papel con carboncillo, nuestra mano, entonces no remarqué bordes, toda la mano estaba hecha en claridades y oscuridades, pero la profesora pasó y me dijo que no estaba terminado, yo le dije que sí, a lo que procedió a quitarme el carboncillo de la mano y a agarrarme la mano, para delinear los bordes con fuerza, en realidad durante mucho tiempo cuando estoy trabajando en cualquier cosa se me viene a la mente aunque la sacudo y se me vá, hasta que hace poco pensé "¿es ésto un flashback de algo que me sigue molestado?" pues sí, era un abuso, un "pequeño abuso" y decidí conscientemente pensarlo.

Tal vez el acto de remarcar los bordes y hacerlo con mi mano era lo que suponía una ayuda, o una "corrección", eso si tratando de pensar bien, pues de lo contrario supondría una falta de pedagogía y un despotismo, digámoslo así: "un pequeño despotismo"; ella quería que mi mundo, fuese su mundo, su mundo social, aparentemente dicen que la educación se basa en convertir al niño en un deber ser basado en un ser social, y lo social suele cerrar las posibilidades, remarcar bordes y dejar liso el adentro, quitarle las distintas perspectivas.

Pero en mi caso personal, no quiero que el mundo de otros sea el mío, que si lo es desde un principio bienvenido sea, pero preferiría ser una muestra en crudo, sin demarcaciones así me arriesgue estar solo y expuesto, eso antes que ser un esclavo, y si aún fuese un esclavo, de las leyes físicas, químicas y biológicas, de las leyes de los hombres, pues entonces mejor siempre tener y mantener la mente sin bordes aunque delimitadas por su color y su forma, aunque con zanjas fieras, que marquen lo que está adentro, pero que nada limite la visión; por tanto ahora cada vez que lo recuerde, lo recordaré como una memoria para quitar los límites y ver a mí forma, que sea la luz quien delimite todo y por lo tanto dicte los tonos, que las cosas se muevan a su antojo, y porque su naturaleza se los dicte, y entonces así poder ver todo más claro.

Años más tarde un profesor me dijo que carecía de educabilidad, no me enteré que era educabilidad hasta hace poco: la capacidad de ser influído, y aunque no sea totalmente cierto, pues todos tenemos influencias, tal vez si lo sea en parte, tal vez eso fué lo que aún me permite no ver bordes en los asuntos de todos los días, que cada cosa se muestre sin imponerle nada, nada más que la propia luz pasando por la visión, la visión y los sentidos, y entonces así de nuevo pintar sin bordes.
 

La indiferencia... no siempre es mala

"Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos."
Otra vez Martin Luther King.

Hay quienes dicen que la indiferencia es el mal, pero ¿qué hubiese pasado si se hubiese sido indiferente al que azusaba la guerra? En todo caso se está viendo como causa a la consecuencia.

Los chismes y las guerras empiezan por la misma razón contraria a la indiferencia: "el no poder estar tranquilo", "la intransigencia", "el odio, la rabia y la envidia" ¿o no? tal vez el lector encuentre muchas otras razones, pero posiblemente seguirán en la misma línea: mira "hacia afuera" por no querer mirar hacia adentro, el que vé el problema en "quien no lo ayuda" o "quien no sigue su camino", sea ese quien en singular o sean muchos quienes hagan ésto.

La guerra como el chisme no empieza por la indiferencia, todo comienza por ese gusanito de buscar en los demás y en lo de afuera lo que hace falta en lo propio, de ver en "la otra tierra" ó "la otra persona" y "el otro grupo" ya sea lo que se quiere tener o lo que se rechaza "de tajo" por ser contrario a la propia esencia, incluso ver en ese "demás" el reflejo de todos los daños causados a "lo propio" concentrados en uno solo, o a veces en un grupo que lamentablemente nunca son exactamente quienes hicieron tal daño; es así que la guerra y el chisme son las heridas que no se pueden rascar y por tanto se rasca en otra parte.

Véase como el origen del chisme y de la guerra una concentración de las fuerzas intelectuales, físicas y sociales en lo otro, para lograr ya sea cohesión o división (depende de lo que se quiera lograr, usualmente "cohesión entre lo mío y lo que me beneficie), para desviar la atención de "mi mundo" y buscar una culpa en "el mundo de allá", "el mundo de los otros"; pues quien no ha conseguido en sí mismo quien es y sus propias respuestas, quien aún no sabe lo que le guste hacer "para sí" volca su energía en todo "lo otro", para conseguir así migajas de atención que cuando muchas así pueda satisfacer su hambre; y ésto se puede aplicar en el macronivel de un país o en la micronivel o pequeña escala de la persona como ser individual.

Ésto no pretende en ningún caso defender a la indiferencia como solución a todo mal, hay casos en donde ser indiferente no tiene mucho sentido, por ejemplo, si se le quema la casa y aún hay oportunidad de salvarla, pues sálvela, si un niño necesita atención, pues pacientemente -con toda la paciencia que no tiene y deberá inventarse- préstela en la medida de lo posible; pero eso ya Usted lo sabe y está en su derecho, pero ¿tiene sentido gritar por la casa que se quemó cuando usted no había nacido y donde no habitaba nadie?, ¿tiene efecto prestar atención y salvar o dañar más aquello de lo que ya ni cenizas quedan?...

Aquí se centra éste texto en la indiferencia como una opción a ciertos casos ¿acaso no sería mejor el "no hacerle mucho caso" a lo que no importa ya? ¿serle indiferente a lo que no hace un daño real y por tanto no le quema la casa ni a Usted ni a nadie? si no puede ofrecer respeto, ya que éste se gana, es mejor seguir cada quien en su camino, comenzar y seguir por "el aquí personal", cada quien en su ruta como un símbolo de respeto al camino, pero al camino propio, borrando del mapa de la mente todos los caminos que no importan y que por tanto no son el nuestro.

El mejor consejo que me hayan dado: "pero es que siempre hay algo que hacer, hasta barrer el piso", entonces barra el piso, deje su casa reluciente, pinte la verja de su casa, y olvídese de la de los demás, seáles felizmente indiferente a todo lo que no le ataña siempre y cuando no haga daño, pues de todos modos el barrer el piso con los demás nunca vá a resolver el problema del aquí, ni el de la casa propia, el prestarle atención al resultado en vez de a las causas, vá a seguir sin solucionar nada; buscar en fantasmas soluciones y problemas para no hacerse cargo de lo importante y lo personal no es más que una falacia que crea más daños; a veces se ésta un poco más en paz cuando lo que ofusca se cambia por un interés más sano, más propio, menos alienado.

A veces, hay cosas que molestan, sobre todo las que atañen a nivel personal, o a nivel de quienes nos importan, pero y en cuanto a lo que no nos atañe y no causa ningún daño: ¿para que verlo o perder tiempo y energía en eso?, claro sé que muchos seguirían incómodos con lo externo, por supuesto que siendo alguien tan bello y perfectamente moral es por tanto el paradigma tan alto... deténgase aquí y analice su nivel de belleza y perfección ¿listo? ¡por supuesto debe haber concluído que es si lo es! cabal, bello y perfecto, pero recuerde entonces que lo cabal se centra en lo justo y lo exacto, es medido, tiene por tanto un espacio y un camino, y que lo bello no está consciente de serlo, y mucho menos de tales conceptos, pues a veces serle indiferente a ciertas cosas y saber a cuales cosas serlo es estar tranquilo, diferenciar la causa de su consecuencia es estar tranquilo y por tanto... ser indiferente no siempre es malo.

En rescate del honor personal

Si Martin Luther King tuvo un sueño, también tengo uno:
"Sueño del día en que la gente evolucione y que con el simple hecho de respetarse a sí misma, no tenga que entender a los demás para simplemente respetarlos o mínimo serles indiferente".


Quisiera abogar nuevamente por un "código de honor" del sujeto para "consigo mismo"; porque las leyes como control ya están allí, pero todos saben que se pueden torcer, los métodos de control social como la humillación y la vergüenza siempre se prestan al servicio de quienes están intoxicados con deseos de poder, por tanto no son realmente efectivos, además la opinión ajena es a lo que se le dice "sí" con la voz y por dentro es todo lo contrario, por tanto también es inefectiva; y cuando parecen ser efectivos dichos controles externos porque hay quienes les prestan atención, es sólo un perfeccionamiento de "el que nadie se dé cuenta", "el cómo salirse con la suya y que hasta todos le aplaudan".

Pero un sentido del honor interno, de la justicia y del deber ser para consigo mismo, es cuanto más efectivo y más valioso, pues es la experiencia propia y el saber quien se es por si mismo el que indica un comportamiento ético, el no tener que conocer y querer a los otros para respetarlos, el no tener que entender todo para ser correcto; digo, si hasta los vagabundos tenían códigos de honor entre ellos mismos y por ellos mismos, de no dañarse entre ellos, de no contaminar, de denunciar a los abusadores, y les servía...


¿Por qué no rescatar un soy por y para mí mismo? Siempre se ha temido que sea ésta la hecatombe, por tanto se inculca
"el ser para la comunidad" y "el ser social" como el deber ser, ésto a manera de contrarestar "lo individual", pero acaso ¿la hecatombe no se ha engendrado es allí? ¿acaso el principio de tal cataclismo no ha sido el "olvidarme a mí" y "ser para los demás"? pues es allí donde se fragua el crimen y la hipocresía, en impedir que el individuo se desarrolle y mejore para sí, es arrabatarle su naturaleza, por tanto atacaría a los otros, incluso sin saberlo.


Es mejor el sentido del honor propio que el honor para la comunidad, porque a la vez el honor propio es el que se reflejará en un ser y hacer correcto para con un todo, no porque el "todo" me lo impone desde arriba, sino porque "yo sé quien soy y me respeto a mí" por tanto respeto lo demás y a los demás, incluso de manera inconsciente... aunque la mayoría de los libros digan que es egoísmo, y quieran separar cual alquimistas al ser de su propio ser, es mejor un código de honor del individuo para consigo, el código de honor que lo hace libre pues sólo se sigue a si mismo y sabe quien ser y como serlo, pues es el mismo, es perfecto pues es quien debe ser desde el principio.

Vivir en un mundo artificial produce atacar lo externo y autoatacarse, pero tener sus propios valores y sus propios códigos, te hace respetar.

sábado, 26 de abril de 2014

Libres y de todas partes

No había nido al cual llegar, se vagaba incesantemente, para dormir también había que volar,  pues no había suelo, ni ramas, ni donde pararse, no habría nido, pero era el hogar la vastedad, nada pertenecía a éstas aves y no le pertenecían a nada ni nadie, entonces sólo así podían ser totalmente libres.

Las aves volaban, cada una era íntegra y completa, pero cada una solitaria, el espacio era tan vasto y su vuelo era tan alto que nunca se chocaban unas con otras, por tanto, cada ave era regente de su espacio, porque la majestuosidad se vé siempre en solitario.

Un día una de éstas aves avistó a otra ave, era como reflejo de sí, de su vuelo, de su sentido de dirección, hasta sus acrobacias; nunca había visto en su espacio a alguna ave más volando, volaba de tal manera que le hacía confundirse, como si se hubiese visto a sí misma ¿podría tratarse de un espejo en el aire? quizás de un espejismo, el cansancio dá tales frutos si se junta con un ángulo justo y la incidencia de la luz correcta.

Pero igual se acercó, quiso avistar de cerca de qué o quién se trataba, entonces se dió cuenta que sí, que había un ave más en todo ese espacio, lo que antes era un desierto aéreo ahora estaba poblado por algo o alguien más, de su propia especie, de la misma forma, del mismo tipo de vuelo, más sin embargo, al acercarse vió que batía sus alas con más fuerza, como si no se diese cuenta de nada más, y entonces se acerco e irrumpió en cierta forma, la otra ave al darse cuenta, se volteó y le invitó a detenerse, pero la primera ave no deseaba detenerse, en dónde abría de detenerse y por qué; entonces le espetó:

-Soy libre por tanto no comprometo mi vuelo... - pero bien no había terminado de decirlo, cuando la otra ave ya había salido volando, lejos.

Éstas volaban no como escape, sino como su única naturaleza, entonces como alguien puede pedirles que se detengan.

Entonces la primera ave se preguntó, quedando aún, en su lenguaje de ave y en su mente de ave que conoce de direcciones y movimientos:
-¿No se puede ser libre en conjunto? Libre volando, sin ver más, porque de todos modos éramos las únicas aves, en un lugar de nadie.

Pero siguieron volando, eran demasiado libres para estar en conjunto, cada cual en su rumbo.

El tiempo se siguió comiendo al tiempo, y renaciendo así como el hígado de Prometeo, y una vez más se hablaron, pero en la distancia, a través de las pulsiones del viento, porque a las aves, el viento les habla; se hablaron de lejos porque ya se habían desconectado, su sentido de dirección estaba como en automático, el rumbo ya no era igual, y sin saber bien porqué, como si algo hubiese volado de éstas mismas aves, como si los polos del planeta hubiesen sido cambiados; entonces dijo la primera:

- ¿Por qué ya no hay dirección? Es nuestro sentido de dirección nuestra alma.
- Seguro. Tampoco encuentro la mía, los polos parecen haber cambiado, y a veces ya no sé como llegar a los mismos sitios. -respondió la segunda, que era la que había salido volando.
-¿A dónde se habrá ido? ¿A dónde se habrán ido?
- Tal vez estén por allí, volando también, en conjunto, para no perderse, tal vez luego las encontremos -le dijo en un momento de dirección lúcida que no sentía hace tiempo.

Y de repente, se desapareción la comunicación a la que el viento se prestaba de medio...

Hay quien dice, que aún siguen volando las almas de dichas aves por allí, y que todo el sentido que se ha perdido en la tierra, en el vuelo y en el donde saber a donde llegar, se perdió desde ese momento, ya que las almas de la dirección, la parte que vá sabiéndolo todo y que se aletarga si se detiene, están volando mas alto que el que cuerpo que vuela mas alto aún siendo cuerpo, que está incorporando la ruta de nuevos espacios, sitios a los llega con facilidad y a los que el cuerpo que vuela mas bajo, por su propio peso, no accede, no reconoce.

Entonces éste es un llamado a que cualquier angustia o confusión que provoca eso vacío, ese algo que se siente que se fué volando, se convierta en la calma que dá la certeza, en la que se sabe que aún perdiéndose se puede uno encontrar, en saber que esa alma de la dirección debe estar en buena compañía, retornando a las tierras cálidas, descubriendo nuevos espacios en su recorrido, readaptándose a la cambiada magnetización de los polos, visualizando tanto devastación como vastos campos llenos de vida, para luego, un día, quizás volver, volvérnoslo a contar, volver a dar guía y ser, completamente ser, como cuando se estaba completo.

domingo, 30 de marzo de 2014

El fin del mundo

Vivimos en el fin del mundo desde el principio de la historia, todos siempre sentían llegaría el acabóse, y efectivamente, siempre llegaba, siempre estaba más cerca, acechando ¿cuántas veces filósofos, pensadores, historiadores, religiosos y no dejaron testimonio de ésto? incluso los demás también lo pensaban, sólo que no dejaron testimonio, no lo escribieron; pero el pensamiento era igual "el mundo llega a su fin", que a veces no parecía más que la historia de la Gallinita Trula, cuando creyó que el cielo estaba derrumbándose, porque le cayó una manzana en la cabeza y quiso entonces ir a avisarle al rey y emprendió su viaje, lo cual hace pensar que o el mundo se está acabando con tantas guerras, pestes, muertos y sufrimientos, o que el mundo que se acaba es siempre nuestro pedazo de mundo, el mundo que conocemos y para el cual nos volvemos viejos, para el cual ya no podemos adaptarnos más.

Todos los días es el fin del mundo, el fin del mundo tal como lo conocemos, porque el mundo que hoy es, tal cual, mañana ya no será, por mucho que se le parezca, y hasta en el status quo, siempre se gesta un cambio, algo que vibra diferente, algo que vendrá para cambiarlo todo aunque se le parezca, aunque se tarde, hasta el caos tiene sus patrones, y hasta en la falta de movimiento y con las cosas congeladas todo marcha más lento, pero eso también es relativo, porque es sólo la idea de que no marcha, pero el fin siempre está la vuelta de la esquina, como de igual manera podría estar una alegría, o un nuevo nacimiento.

Cada vez que se acaba un sueño, un proyecto, algo que nos daba esa idea de hilaridad, de pertenencia, de consecutividad, el mundo se acaba, porque nos separamos más de nuestra unión a él, ese reconocimiento de que aquello que une al mundo que es sólo mío vá separándose del mundo grande que es el mundo en el que cada quien tiene su mundo, nos hace conscientes, y ésto a su vez nos dá la idea de un fín, al no sabernos solos, nos declaramos fuera de control, sabernos no-solos aunque a la larga todos lo estemos.

Entonces es el temor al futuro, a lo desconocido, el temor al mañana, al mañana que llega en un segundo, o al mañana que viene después de hoy, al que viene en diez años, o al que viene en un siglo, al mañana que se muestra totalmente borroso o al mañana que bien podemos predecir, lo que nos hace declarar el fin de todo, el fin de nuestras reiteraciones que nos dán idea de continuidad y nos hacen dormir en paz, porque hay dos formas de estar en paz o ignorantes de todo y por ende tranquilos en una cama de seguridad de todo lo que no se sabe porque no se inquiere y en lo cual no hay tiempo que perder; o sabiendo que todo podría pasar, conscientes, alertas y a la vez por ésto tranquilos.

Pero así el mundo implosionase, de la misma manera que una vez nació, seguirían habiendo millones de mundos, que declararíamos perdidos aunque ellos mismos supieran donde están, es el "desde mi punto de vista" que acaba, es el cerrar los ojos temporal o eternamente al mundo externo, lo que nos hace pensar en un fin, un fin que llega... o no... depende de como lo percibamos.

Almohada

Sería bueno que por cada sueño muerto, nos regalaran una mota de algodón, porque así las iríamos lanzando a una gran funda de tela, y cuando ya tuviésemos muchos y por ende muchas motas reunidas, tal como la vida predice o que aún sin predicción se cumple, tendríamos entonces una mullida almohada donde nos acostaríamos a dormir sobre fenecidos sueños, que al dormir y soñar podríamos revivir, como en una suerte de alternativa realidad y poner a jugar y correr juntos sueños absurdos e imposibles al lado de los que eran totalmente plausibles y parecían posibles, pero en su intento de nacer murieron... y entonces así nacerían nuevos sueños, unos para correr con la misma suerte y otros que aprendan de las caídas de sus hermanos y vivan, y ahora sean sueños no despiertos, sino conscientes.

¿Te ha pasado?

Nunca te ha pasado que vás así por la calle y entonces de repente, mientras aún vás caminando, le vés allí mientras está de espalda al ángulo donde te encuentras, y entonces te alegras, porque así puedes ver con calma y detenimiento sin que te vea aún, entonces le ves los brazos, la parte posterior que la camisa de manga corta deja descubierta, ves como la camisa se le ciñe a la espalda, como si una parte estuviera fija, y otra como una vela de barco al viento, pero en un día de poca brisa, y ves la silueta serena que se hace como si el tiempo se agotara, no teniendo más resultado al que todo se detuviera... y el autobús no pasa.

Nunca te ha pasado que el aire entonces pasa lento, y los remolinos de polvo y smog van lento pasando por la luz, y entonces la mirada sigue recorriendo el cuerpo sentado en el pretil que se ha convertido en asiento, y la luz vá tranquila, y los ojos van deseosos, contentos, en una ansiedad descubridora, y ván explorando a distancia la línea del cabello y el patrón que hace con el cuello que se asoma, que a la vez contrasta con el cuello de la camisa, que funciona como un muro de contención, donde debe haber alguna maravilla, y en vez de marcar entre cielo y concreto, marca esa diferencia entre la piel y la camisa.

Nunca te ha pasado que se te olvidan los colores y luego los agregas a la memoria por suposición, y supones que la luz del sol era amarilla, pero ha podido ser de cualquier color, amarillo es sólo una suposición, porque tienes una memoria malísima para los colores porque te pierdes en la forma, y entonces quieres que nunca llegue el autobús y que se extiendan esos segundos, y dejar que tus ojos acampen en la calle en ese mismo punto y observando el mismo momento que siempre evoluciona, aunque uno esté desatento pero con algo siempre en alerta, y quieres que aún deje las manos prensadas contra ese borde donde se sienta, ese surco que se hace en la palma de la mano cuando se aguanta contra el puesto, pero el cuerpo se mantiene sereno aunque haya ese tensor en esa palanca que es el brazo y lo lleve a la mano impaciente pero sujeta, y el torso derecho pero dormido y tranquilo.

Nunca te ha pasado que entonces estás a distancia, de pie, viendo la escena desde atrás, como en esos cuadros donde hay una marina y alguien vé al mar... pero ésta vez también se está en el cuadro, al mismo nivel que está el pintor, pero ésto no es un cuadro y ésto no es una marina, ésto es una calle y casi todo es artificial, menos éste momento que se siente orgánico, real, y quien ahí está, y nadie más pasa, y si pasan tampoco los ves, porque es como cuando uno era pequeño y estaba en el parque, y uno se sentía el dueño, y a uno lo mecían, y no había nada más que la brisa, esa sensación en el estómago al subir, como de miedo pero que uno la contaba como de alegría, y no podía evitar reírse, y uno estaba seguro que no lo dejarían caer, y no había nada más, que el ver y la brisa, y el cielo y el vaivén, y ésta vez la sensación se le parece tanto, sólo que tú eres quien mece a una escena con los ojos, pero a la vez algo más te mece a tí.

Nunca te ha pasado que te alegras tanto de que ya esté ahí, que esté esperando, y uno que de casualidad vá sin rumbo, o vás con rumbo, pero igual no lo sientes, es ya por ruta aprendida, como si tus pies tuviesen una memoria muscular que se sabe el camino, y entonces que de casualidad le encontró, mientras allí ya se encontraba esperando el bus, aunque quizás puede que no vaya a ninguna parte, que sólo esté allí, como si todos los buses recorrieran todas las rutas de pasajeros, y en un mismo viaje simultáneo, fuese recogiendo a todos los pasajeros que siempre se quedan dormidos, aunque la ruta sea corta, y se despiertan en un sitio que no conocen.

Nunca te ha pasado que estás tan contento de verle, y te asaltan esas ganas de ir, abrazarle y saludarle, imaginándose ese gesto que tiene al emocionarse y posteriormente reírse, como si los ojos se abriesen como persianas para dejar pasar la luz, pero ésta vez son las ventanas de sus ojos las que dejan pasar la luz del cuarto hacia el mundo de afuera, y entonces aún mientras uno está suspendido, aunque los pies toquen el piso, el corazón se acelera, y la parte consciente y cabal de la mente aún no conecta, y el cuerpo se pone caliente como para saltar, y la sangre reburbujea, y entonces uno es un volcán poseído que gesta una explosión, aunque aún mantiene el dominio sobre sí.

Nunca te ha pasado que sabes que ya le vás a abrazar y le preguntarás como está, y se dirá alguna de esas frases acostumbradas que ya son propiamente un dicho, tal vez un ¡tiempo sin verte!, y se reirán, y dejarán pasar el autobús, o quizás uno también lo tomará para acompañarle, o le dirás para irse caminando y extender el tiempo, el tiempo que no hay, y uno vá enfervorizado queriendo ver su reacción, y el consabido toque en el hombro que se dá al saludar a alguien querido que ya no vé y quería ver, y que imprevistamente se encuentra, y toca como en un gesto que en contexto se traduce como un asombro sonriente, con quien seguro soñó hace no mucho y diremos: "tenemos una conexión, y yo que había estado acordándome de tí", y que luego rematíamos con un: "bueno... siempre me acuerdo de tí... pero ésta vez más".

Nunca te ha pasado que dás otro paso como acercándote, cuando de repente recuerdas, como cayendo en cuenta, que no le conoces, que no le has visto, y que si le has visto antes, no te conocen a tí, al menos no mientras se está despierto, y que no hay chance de presentarse, y que si sale mal no te puedes mudar de mundo, y resetearte la memoria... cosa que probablemente ya has intentado hacer antes, y entonces que el contento que guardabas se te pase y se te pierda, que la llenura que segundos atrás tenías, no sea más que un vacío que se ilusiona con estar colmado, y que el volcán de saludos, abrazos y todo ese sentimiento, no sea más que un abismo, un espacio separado y consumido hace tiempo, y que el deseo no es más que una contención de lo que pudo lo que pudo haber sido, y ahora ya es sólo un eco, una resequedad, y entonces, sólo te queda pasar de allí... y sigues.

Nunca te ha pasado que media cuadra más adelante, pero ésta vez desde la acera de enfrente, te detienes, tratando de ver su cara, aunque de lejos, tratando de retener otra vez sus gestos, de repente voltea, así como si hubiese sentido que le hubiesen llamado, pero uno no se sabe su nombre, y la boca no ha pronunciado palabra, ni ha hecho sonido, entonces se queda viendo, como tratando de buscar, de donde le llamaron, con un movimiento suave viendo alrededor, hasta que desiste como sacudiendo la cabeza casi imperceptiblemente, el autobús no pasa, pero en la distancia ya no busca nada, al menos no con los ojos.

Y entonces uno que es como un cazador perdido, como un voyeurista de momentos en slow-motion pero en tiempo standard, como un turista en las mismas calles de siempre... tiene que seguir... y sigue.

¿Te ha pasado?



A veces... los extraños

A veces, mientras se vá por la calle caminando, de repente alguien, cuando aún a cierta distancia, vé a alguien más y se emociona, así como cuando por sorpresa se vé a un amigo o a alguien de su pueblo, pero no hay tal pueblo, y alguien es un extraño, y al otro alguien que mira también lo es.

Entonces alguien cae en cuenta de ésto, y los dos extraños pasan a tener un extraño momento, donde la emoción de primera instancia se torna en un subproducto de incomodidad, donde hay que mirar hacia el piso y pasar.

viernes, 14 de febrero de 2014

Idea alternativa para un valentín perdurable

¿No sería mejor enamorarnos despiertos y sin soñar con cosas frágiles e idealizadas que pronto han de romperse y ni siquiera nos pertenecen?

¿No sería mejor enamorarnos conscientes y sin negar los defectos, es más... ir más allá y enamorarnos de los defectos entonces?


Los defectos no se ván ni con la edad, ni con las enfermedades, ni con las dietas, ni con las amarguras, ni con las decepciones; las virtudes, en cambio, volátiles como son, especialmente las físicas, a la larga se ván difuminando y hasta borrando; pero los defectos dán carácter y se intensifican con el tiempo, siempre ván a estar allí: manías, momentos de locura e ilógicos, gestos extraños que parecen tics y hacen a los rostros verse casi caricaturescos, traspiés que hace la lengua cuando la mente se pone nerviosa, posturas y expresiones de cansancio, cicatrices internas y externas, esas salpicaduras que dán personalidad y que otros -triste y equívocamente- tratan de convertir en un perfecto lienzo blanco.

Los defectos son reflejo de nuestra propia naturaleza imperfecta, pero a la vez, es ese mismo reflejo al que lleva a tantos a dar traspiés huyendo del reflejo de su propia imperfección, tratando así, de correr tras semidioses, de hacer una carrera por intentar mejorar y perfeccionar a otros seres, con el triste resultado de volverlos guiñapos que lucen todos igual, o que cuando pase el tiempo nada de lo que se hayan enamorado siga allí... pero ¿para qué enamorarnos de dioses inalcanzables, que cuando les tengamos cerca nos quemarán o con cualquier inclemencia del tiempo sólo se desmoronarán?

El defecto es un valor, ahí tenemos la Torre de Pisa, ladeada, pero tan bien construída que no por eso se vá a caer; en cambio, la equivocación ya es diferente, pues es ésta, una acción errática; el comportamiento perfecto y la apariencia ideal es sólo una decoración temporal e ilusoria... Opto entonces por el valor de enamorarse de los defectos, de las peculiares cualidades que no se borran, con la promesa de quererse siempre, declarándose un "tú defectuoso y yo también".

lunes, 3 de febrero de 2014

Indicaciones para una obra de teatro inexistente

Cualquier sitio. Dos personajes sin nombre. El personaje 1 está buscando, busca incesantemente. El personaje 2 no busca nada.

El personaje 1 no encuentra nada porque lo que hay no se parece ni remotamente a lo que busca, por momentos intenta que cualquier objeto se parezca a lo predeterminadamente buscado, al darse cuenta de no poder lograr convertir el objeto en lo que busca de antemano, entonces convulsiona violento. Luz de cualquier color.

El personaje 2 vé y tropieza con muchos objetos, aparentemente desperdigados al azar, no encuentra nada, puesto que no hay nada que encontrar si no se está buscando. Luz rápida e intermitente que crece desde el centro del personaje 2 y se expande.

Los dos personajes vagan por la escena. Luz tenue. Tropiezan. El personaje 1 intenta reconocer al personaje 2. El personaje 2 se alegra. El personaje 1 se aleja, pues el personaje 2 no es lo que busca. Ambos personajes de diferentes búsquedas y ausencia de ésta, tienen igual destino pues ninguno encuentra nada. Luces tenues, dispersas e intermitentes hasta desvanecerse.

martes, 14 de enero de 2014

Un ejercicio de memoria I: De porqué escribo.

Comienzo ésto como un recordatorio personal, así como una reafirmación sobre el porqué hacemos las cosas, pues aunque motivos para hacer las cosas hay muchos, desde necesidades y deseos, ya sean las necesidades más básicas o las más sublimadas, los deseos más espirituales hasta los más mundanos como el deseo de dinero, sí, dicho sea cándidamente como el niño que cuando le preguntan que quiere ser cuando sea grande dice: "yo quiero ser rico" o como el que dice "yo quiero ser famoso", pues no están contando profesiones, sino resultados... otras veces el hacer algo porque durante su hacer sería de gusto y satisfacción personal... a veces el hacer algo es producto de una o varias acciones involuntarias, a veces es ejercicio de la voluntad... el motivo que yo necesito es el mío, necesito recordar bien, y desde la premisa anterior sobre la voluntad comienzo...

Según Aristóteles el amor era obrar, era hacer, era actividad... es la voluntad entonces la que me impulsa a escribir, al menos eso parece que redescubro, pero debe el mecanismo de la voluntad tener una palanca que la impulse, si tomo conclusiones apresuradas, sea dicho entonces que soy entonces un hombre carente de voluntad, sí, podría ser; pero recuerdo que una vez le dije a alguien que estando cansados en medio de la nada, no nos movemos si no encontramos motivo, así como el cazador reserva energías en el invierno, sólo se mueve cuando vé a su presa, o cuando lo que ama o necesita está en juego... entonces sólo escribo cuando hay motivo, cuando hay algo que impulse la palanca, cuando hay algo que cazar...

Cuando era pequeño escribía, escribía sobre otras dimensiones y procedía a "hacer películas" tomando de base el proto-guión; hacía mis películas que nunca grabé, para ese entonces para mí el concepto de hacer una película no se centraba en el "film" como objeto, ni en rodajes de secuencias, para mí hacer una película, era hacer una historia, era tener algo que contar, utilizaba muñecos de actores, osos que eran desde caníbales, dioses interespaciables, sacerdotes, muros, hasta cestas que eran globos aerostáticos, escenarios de aluminios, mecates, pabilos y retazos de cosas que ya no se querían más... y para mí, eso era hacer una película, no era proyectarla, pero con el tiempo a uno se le vá olvidando... deja de escribir, deja de hacer películas... y deja de tener que contar, que cazar, porque la actividad se vá desluciendo con los traspiés, y la voluntad se vá terminando como se ván desinflando los globos de cestas.

Leí en mi infancia todo lo que conseguí, al mismo tiempo que escribía y "hacía películas" (queda ya aclarado el concepto), pero después los libros dejan de ser reales, y pasan a ser meramente "animosos" y sin feedback, con realidades que no tienen nada que ver con la nuestra, porque todo hay que traducirlo, y deformarlo, y yo, yo siempre quise algo que hablase de mí, de más está que he desdicho muchas veces de leer, y hasta de escribir... porque ¿para qué hacerlo si no hay motivo?

Creces, te enamoras, escribes cartas y cuentos que no ván a ningún lado, dicho sea de paso que lo acepto, cuentas chistes fuera de lugar, te puedes dar con una piedra por los dientes, y a la final, la memoria se vá saturando y se desordena, se superponen hechos viejos sobre hechos nuevos, se desluce lo brillante, y se torna rabiosamente fulgurante lo que se preferiría olvidar... Ya no creces, sólo envejeces, aunque aparentemente sigas joven, no te acuerdas de adonde ibas, no te acuerdas que querías, no te acuerdas que soñabas y entonces dices, porque hago lo que hago, o mejor: ¿por qué ya no lo hago más?

Vuelve la memoria a tocar a la puerta, recuerdo porque hace uno o dos años volví a escribir, no había nadie, podría ser cualquier día del año, pero es como si fuese invierno, no hay nada que cazar, todos están dormidos, pero tú no puedes dormir, y entonces comienzas a recordar cualquier cosa, la memoria te lanza un recuerdo, inicialmente parece accidental, azar, lo piensas y lo extiendes, lo extiendes bien y te arropas con eso, te acuerdas bien y entonces vuelves a la realidad, busco el teléfono y el número y mando un mensaje de agradecimiento, que si se viesen los motivos reales más que de agradecimiento es mensaje de auxilio disfrazado de gracias por aquel buen día y esos buenos minutos de conversación...

La memoria sigue desordenada, te acuerdas de aquel mal día de trabajo, de alguien que te habló y te regaló unos buenos minutos, y recuerdas lo extraño que es la amabilidad humana, y entonces como tu cerebro lo sabe cálido te lo envía, hay quien dice que así se idealiza, pero no, no yo, bien sé que los ídolos tienes pies de barro... Recibes un mensaje: "¿quién es?", ya no te acuerdas de lo que le dijiste, pero el nombre no fué, y te responde, y de eso sí te acuerdas claro "pero lo importante es que eres, eres sin saberlo quizás un gran cronista"... y te regala demás palabras cálidas porque te acordaste y aún se acuerda de ese día, y entonces a la final te la remata con que tiene la seguridad de que "éste alguien deber estar realizando algo provechoso"... y entonces te dás cuenta que no, que no estás haciendo nada provechoso, sino trabajos sin sentido, que ni siquiera te gustan ya... y entonces revientas y te dá pena (pena contigo mismo), tanta pena que esa misma noche te sientas a escribir, a hacer algo que sabes hacer bien...

Ayuda a mi memoria su camisa blanca, puesto que no tengo memoria para los colores, rápidos se decoloran en mi memoria, sólo gestos y formas perduran más, te acuerdas entonces de la pared, de la hora, de como se veía el sol, del cansancio del trabajo, te acuerdas de ese momentos, y se repite como serigrafía, única y con detalles más o detalles menos cada vez, y se extiende tanto... y ves que escribes puras crónicas deshechas y que sólo escribes como si te lo dictaran, porque quien te dicta es la memoria.

Más que creación, lo mío es simple memoria, porque sí, soy un cronista, hasta todos mis poemas son una crónica, una crónica en metáfora, y entonces enamorado los muestras como un niño mostrando sus dibujos, pero ya tampoco te acuerdas de lo que sentías, ni sabes a quien mostrárselos, y ya no hay chances de segundas llamadas y te prometes no interferir, y haces como si estuvieses mudo, pero sigues escribiendo, sobre aparentes extraños que ven cualidades en nosotros que ni nosotros, ni cualquiera que tengamos cerca pueden ver... y escribes sobre cualquier cosa, porque todo toma sentido de nuevo, las composiciones que te mandaba la maestra...  hasta describir objetos y personas tiene sentido de nuevo, pero mi problema versa en que siempre necesité un destinatario... ese era otro accionante de la palanca.

A veces me pregunto que sería hacer poemas y cuentos, y enviarlos a destinatarios anónimos... enamorarse enloquecidamente de cualquier día o cualquier cosa y escribir sobre eso, darme cuenta que mis únicos motivos para moverme son destinatarios, y como la memoria es desordenada, llena de duendes que cambian las cosas de sitio, la que tiene tesoros pero también temores -que están ahí, para que no vuelvas a caer en el mismo charco- te dices que haces con tantas palabras, tantos hechos desfragmentados que aún así no quieres que se te olviden, eso sería encontrarse en un barco sin recordar como se llegó ahí ni a donde se vá... y entonces escribes, más crónicas disfrazadas de guiones, de poemas, de prosa poética, de cartas, porque te dá miedo que se te olvide la voz de quien te recordó algo en lo que eres bueno y que te gusta hacer.

La memoria es lo que siempre quise, y pasé antes por otros medios considerados de "creación": fotografía y dibujo, pero allí nunca puedes en un mismo plano captar el registro de todos los sentidos en una misma toma, no puedes en el encuadre de una sola foto atapusar cada cosa, aunque me la paso rogando que sí, en una pintura sí, pero entonces debes agregar terceras cosas y pasa que lo deformas, te queda escribir para recordar más, para que todos se acuerden de caras y momentos que ya se me van borrando, pero ruego poder reconocer y seguir rogando que algún día tenga como rodar las películas pero ésta vez con cámara y film... como si pudiese dentro del pensamiento colocar una cámara para ver las fotos una y otra vez, como si así se fuesen a volver más tangibles.

Entonces así como ya recuerdas porque escribes, recuerdas también porque no escribes, y es por lo agotador que es enfrentarse a la memoria, memoria disoluta y amor como voluntad, al menos ya tengo ésto para acordarme, y bueno, aún tengo su número...

miércoles, 16 de octubre de 2013

Impostura y compostura

Es verosímil lo que quiere creerse por ser su atavío correcto y su comportamiento adecuado, correcto y adecuado para el espacio-tiempo donde se esté, para la concepción y consideración interna que se tenga de ésto.

Como cuando se vende con una fotografía apetitosa la pestilencia, intoxicándose así en el deseo quien lo consume, para así consumirse, artífices y verdugos de un veneno que pinta ser feliz.

Como cuando se sigue confiando en un remedio recetado que no ayuda y sólo enferma, pero es entonces el enfermo el culpable de no poderse curar, aferrándose a lo que le hace sentirse seguro, aunque esté cada vez más endeble.

Las flores del desvarío

A veces... me siento tan enamorado, veo las plantas, siento la brisa, veo la luz del día, y estoy extremadamente contento, como si pronto fuese a ver algo, a alguien, y entonces quiero contarle todo, quiero que vea exactamente el mundo que yo puedo percibir.

A veces... me descubro con cada sentido despierto, a pesar de estar ya completamente apagado, es como si una ola me revolcara, y no me cabe tanto sentimiento, pero entonces aunque estoy lleno, y me sumerjo ebrio en una risa tonta, no puedo recordar porqué.

A veces...  me quedo atrapado en esa voluptuosidad de puntillas de las piezas de Fauré a medianoche, en esas salvajes flores danzantes de Paul Klee, en ese amparo que tienen las sonrisas francas, que nunca que veo, que sólo puedo recrear como un collage mental, con retazos de lo que he percibido, sin ya recordar en dónde.

A veces... me asombro, pues pienso que no es mío, sino algo más que está en el aire, brotando al azar sin patrón alguno, y así pues como de todo me enfermo, sin conocer el motivo, me enamoro como en un desvarío, que no busco, pero tampoco rehuyo, como si viniese solo, fuera de mí, para volverse mío.


martes, 15 de octubre de 2013

Confundiendo al extranjero

Me confundes, soy alguien más: porque eso es lo que necesitas,
Soy entonces a tí: un payaso, un sereno, un santo, un obsceno.
Me confundes, soy un antojo del lugar al que acudir requieres,
Soy entonces a tí: playa, sótano, iglesia, presidio, cielo, escuela.
Me confundes, soy una extensión de un espíritu que recuerdas,
Soy entonces a tí: miedo y espectro, abrazo de soneto perdido.
Me confundes, soy inicuo objeto que en el momento requieres,
Soy entonces a tí: un escupitajo, un tintero, un reloj dormido.

Me confundes, pues voy sin más que una austera presentación,
Voy aquí pues... con el carnet de un extraño en cualquier lado.
Me confundes, pues voy sin más identidad que mi propia canción,
Voy aquí pues... con motor de brisa que me hace rodar rápido.
Me confundes, pues tratas de buscar en el mapa mi dirección,
Voy aquí pues... como nómada sin casa fija, ni hogar conocido,
Me confundes, pues tratas de buscarme lejos estando yo aquí,
con una frenética brújula inconexa a los polos de éste mundo.

Me confundo, cuando ves tanto: todos los lugares se parecen,
Pero sé que cargan el peso de un relato y un espíritu distinto.
Me confundo, cuando parecióme ver a un extraño conocido,
Pero pregunto si era entonces algún otro extranjero eterno.
¿Alguien diferente vestido de nativo para pasar desapercibido?
Pero tal vez entonces como te confundes tú, yo me confundo,
Sólo por el deseo, en el deseo de conocer lo que yo necesito,
Confúndese entonces cada quien, extraviado en su sin sentido.

domingo, 6 de octubre de 2013

El séptimo día

Dicen que el séptimo día, quien creo ésta creación que habitamos todos los seres y todas las moléculas se acostó a descansar, más el descanso del agua no significó nunca su estancamiento... pues entonces cada cosa que había sido creada, siguió creando por sí misma.

¿Dónde está nadie?

Esa noche nadie vino a cenar. Ese día por la mañana nadie lo había visto. Estaba su casa vacía, como un cajón blanco carente de adornos, estaba el aire carente de aromas, de calor o de frío, pero tenía guardados en los bolsillos la diversidad unida como un carrete de hilo.

Nadie llegaba. De igual forma: Nadie había sido invitado.

-Yo soy al que nadie quiere -exclamó repentinamente el dueño de la casa cajón blanco- nadie vendrá, nadie.

Y entonces nadie apareció, se dió la vuelta pues sintió un ruido y se dió cuenta que nadie estaba allí, que nadie era su compañía.

Y nadie llegó y nadie se lo llevó.

Una parte siguió allí, y la otra marchóse con nadie.

viernes, 4 de octubre de 2013

Rompimiento

Rompe los ideales...
¿No ves que te dejan a merced de la tempestad?

Rompe las tradiciones...
¿No ves que arrastran tu cabeza tras la carreta?

Rompe los preceptos...
¿No ves que es inútil venerar lo que no te respeta?

Rompe la expectativa...
¿No ves que si no se cumple te romperá a tí?

Rompe los preconceptos...
¿No ves que te atan a una versión de un mundo yerto?

Rompe el pasado...
Pero no te rompas tú... Sé libre... Sé viento.


jueves, 3 de octubre de 2013

Los rostros del sufrimiento

Es que el sufrimiento si no te dá cara de santo, te dá cara de loco, y la verdad... es que a veces no le veo la diferencia.

Día y noche

El día es una promesa... una promesa de romperse el día a sí mismo... una promesa destellante que ciega.

La noche es tierra de nadie... sin explicaciones... sin tener que dar la cara al mundo... pero donde los que no tienen cara salen igual.


El fumador empedernido

O de como el cigarro mata...

Me hubiese gustado decir que me fumé el cigarro, para fumarme la vida, para pasar la mañana fría...

La verdad es que fumaba para despertarme y para dormir, para desesperezarme y para embotarme en los momentos de desgano, para inspirarme y para parar tanta inspiración, para no tener hambre y para abrirme el apetito, para salir de casa y porque ya iba llegando, para tomar fuerzas y también para retirarme.

El cigarro me besaba, oía mis quejas y me quemaba los labios, así como también los pulmones y la garganta...

La verdad es que el cigarro tuvo la última palabra, me dió mi acostumbrado beso, pero éste era un beso de despedida, fué rapido y yo no lo supe distinguir, como el que no sabe distinguir tipos de sonrisas o tipos de llanto, yo iba cruzando la calle, entonces cayó, un beso apresurado, acto seguido al piso, bajé la mirada al piso a verlo, se llevó a su enamorado que le daba vida y le consumía: al encendedor, a éste también lo ví caer, y me quedé viendo, iba a agacharme, no ví al camión, no lo oí, todo se detuvo...

Y así es como el cigarro mata.

"No fume el cigarro es nocivo para la salud" me advertían.
Pero yo le digo: vea la calle al cruzar, no deje que su amado o la caída de su amante le haga caer y llevárselo, no dé consejos no pedidos que Ud. tampoco pondría en práctica, es nocivo para la salud y para la paz mundial.


Siete cuentos cortos para un amor eterno

El alucinador

Un hombre cayó en una caja de alucinaciones, y se enamoró de la luz y la reverberancia de cada una de sus alucinaciones, de como brillaban en el espacio y se transformaban unas en otras, de como su amante se transformaba constantemente y lo transformaba a él, y a su deseo lo mantenía siempre vivo, siempre honesto, siempre atónito y extasiado deseando por más.
Entonces la luz lo vió, y lo deseó, lo deseo con su esencia que se transformaba, y la luz se lo tragó, y el hombre nunca más despertó en una tierra oscura, pues la luz se lo había comido.

Luz de sol

Las sombras bailaban por la mañana, las aves del paraíso estaban contenidas en cada rayo, se preparaban las muchachas para ir al río, los muchachos las vén de lejos, se ríen, como si vieran seres de otro mundo, de un color distinto, de un color distinto al de ellos, piensan en conquistarlas, creen que tendrán tiempo, las muchachas simplemente se bañan y se ríen con sus cánticos incomprensibles, no se dán cuenta de la hora, pero llega la tarde y se vá el sol, ellas continúan jugando allí, ellos continúan viéndolas a distancia; aunque ya cada uno se haya ido a su casa, como si de una reverberancias en aquel lugar, que luego se asienta a placidez en la memoria se tratara, todo lo que queda ahí, una risa de aquella adolescencia, que se extiende por siempre, por siempre como la energía, como la energía en la luz del sol que juega clara con las plantas y con el río.

Misterio

Mientras el cuerpo, quiere mantener ese jueguito que cuando no se acompaña de nada más y al repetirse monótamente sin cambio, cansa a la esencia; mientras que el cerebro, busca nuevas formas de mantener el contacto, es el dictador y el sirviente de las demás partes; mientras que la lengua, con su palabra aguda ó grotesca, suave y  romántica, busca atravesar e impresionar... Las almas que son las que pueden ver, almas cuando cuando se conocen y se reconocen entre sí, se escapan de los cuerpos, de las mentes, de las lenguas; las almas se fugan en el momento justo, en el segundo más álgido se desdoblan y se evaporan, dejando al cuerpo en su embriaguez, dejando al cerebro con el recuerdo, dejándonos con una copia interna, que sólo disimula al vacío en su intento de simularse a sí misma, entonces llega un alma nueva por encargo, como si todo se hubiese recuperado, pero con la sensación inequívoca de que ya no se es el mismo, mientras que el alma antigua sigue en su juego eterno y placentero por los confines del universo, sin tiempo marcado.

Veneno

La serpiente como todo aquel conocimiento que embelesa y vuelve loco, el veneno como todo aquello que sin matar aparentemente, te expulsa del paraíso, del paraíso de toda inocencia, de toda ignorancia de estar despierto, que te dá consciencia de lo que está, y así también de lo que ya no es, o conciencia, peor aún, de lo que nunca fué. Y el veneno es eterno, pues se adhiere al ADN y cada veneno es distinto, con sus propias variaciones, que atraen por un especial almizcle, por un especial canto, por una especial risa, y dejan ofuscado, y con un terrible llanto, un llanto que se extiende y comienza desde el nacimiento, a menos que se nazca dormido, inconsciente y con el veneno entre la boca, de esa cuestión que tenemos de amar lo que nos llega por los sentidos, por los símbolos internos que cada cosa tiene, por las vibraciones, por los pensamientos, por lo que sea... pero el veneno es eterno, llegas envenenado, te desatan el veneno, y ríes... ríes loco, en tu consciencia o en tu insconciencia, intensamente enamorado del concepto de un amor eterno.

Liberación y condena

Pasa, que al tiempo al que todo llega, el ser se enamora, y allí se libera de su centro todo un enredijo de substancias que le enloquecen, condenándole a sentir; también pasa que cuando se enamora, a veces se reproduce, pero lo que pasa siempre es que muere, puede morir de viejo, y puede a veces morir poéticamente de amor, pero cuando es literalmente y muere el cuerpo, ya el ser ha muerto antes, en su estallido contra la realidad, contra la gravedad, contra el piso... y así quedando doblemente liberado... desatado de tanta condena.

Pasa, que al tiempo que pasa la pena de amor, en la que el ser se resquebraja y deja ver sus entrañas y tejidos etéreos, cuando pasa ésto, cae una condena que algunos aceptan con contento, otros le reniegan, otros se esclavizan tras tras el recuerdo de lo que se liberaba, tras y son éstos, los que reniegan y se esclavizan los que quedan doblemente condenados.

Entonces el amor es un proceso constante de liberación y condena, el cual pasa entre los individuos, donde se liberan sentimientos, pociones químicas y hasta mágicas, palabras y actos, que llevan eventualmente a la condena de estar conectados a otro individuo, para luego llegar a una nueva liberación, dándose paso así a un eterno ciclo.

El redentor

Un beso empapaba al durmiente, se despertó brillando, quedó redimido de redentores falsos, se descubrió enamorado sin saber de qué, como una sensación intermitente que le redimía una y otra vez.

Oasis

El oasis es corto, porque la estadía en el oasis nunca es permanente para el viajero, excepto para sus habitantes, pero para ellos más que un oasis es su casa, agua y vegetación en la mitad del desierto, así como alguna vez el que viaja a través de la vida, encuentra en medio de tanta resequedad momentos de felicidad, esos son los que se extienden en la memoria, como el amor eterno se extiende en el espacio, con los diferentes seres que lo viven, pues así en algunos de esos seres llegue a su fin, o la muerte les corte su estadía, el oasis es eterno.

martes, 1 de octubre de 2013

Viajando sentado en el mismo sitio

- Mamá juega conmigo.
- Imagínate a alguien y juega con ese alguien.

- Mamá cómprame eso.
- Imagínate que lo tienes.

- Mamá llévame a pasear.
- Pasea con la imaginación.


Y así, en lo que puede parecer algo a primera vista cruel o quizás risible, me regalaron algo: imaginar... no por eso iba a tener alguien que jugase conmigo, ni lo que yo quería, ni tampoco lo que necesitaba, pero me regalaron un boleto con el que podía ir a donde quisiera, y como la vida me pesaba tanto, como un grillete amarrado a los pies, entonces pues, para hacerla más ligera, más llevadera, me despegue del piso con la mente, me fuí a pasear a sitios que no existían, mezclé todas las fotos de esas revistas y de esos periódico que me gustaban, en un mismo planeta, construí un mundo y entonces tenía paso libre a desplazarme cuando quisiera, por donde quisiera, con rumbo o sin éste, pero siempre viajando...

Y así, la vida en lo sucesivo, se hizo más pesada, pero la capacidad de viajar se hizo más fuerte, y aunque sentado era sólo un testigo, un tipo escondido en una bolsa de papel, comencé a dirigirlos, a ver lo que los demás no veían, comencé a adivinarles la cara, a leerles por las hendiduras por las que todos se cuelan y eventualmente se desparraman cuando ya no pueden contenerse, y muchas veces me lo veo venir, pero me callo, porque el que viaja, el espectador, el lector de todo lo que hay, el narrador del mundo, debe mantenerse en silencio, no puedes abrirles la jaula que consideran su casa... sólo puede seguir viajando.


viernes, 27 de septiembre de 2013

Los dos niños que duermen

En la calle duermen dos niños, los puedes ver, pero rara vez los ves dándote cuenta de quienes son, de dónde están, rara vez los puedes identificar, nunca los puedes atrapar, porque adoptan diversas formas, pero siempre son lo mismo.

En la calle duermen dos niños, con su vasija del mundo y la transforman en cualquier cosa, a su gusto y su pedido, y ellos se transforman en cualquier cosa...

Puede ser un niño y su bolsa-portal, portal a otro mundo; el indigente y su cartón-cobija, cobijándose de éste mundo; el borracho y su botella-elíxir, elixir diluyente a los efectos y afectos del mundo; el drogadicto y su pastilla-cerrojo, cerrojo a su propio mundo, a su mundo de quién es, a su mundo de dolor.

En la calle duermen dos niños, pero nunca los ves porque pasas rápido, así se multipliquen en mil, y los niegas, como el mundo ya los negó, y eres dos veces Judas, creyéndote mil veces Dios.

Puede ser un perro y su tesoro de cazador, yaga ritual del mundo; puede ser una canción flotando con las hojas de un periódico viejo, poesía acíbarada del mundo; puede ser el vapor de la alcantarilla, con el humo del cigarrillo, o tal vez, el humo que naturalmente sale de la boca cuando hace frío, recuerdo callejero evanescente del mundo; puede ser un loco y su desvarío, desvarío de un tiempo vacío, de todo un tiempo perdido, del conocimiento que se perdió.

Disolución y absolución.

Caída, caída estrepitosa, una vez fué una caída estrepitosa, dí mil vueltas, me caí en un agua y sentí un sabor en la boca de sangre, los dientes se me clavaron en la parte interna de los labios, pero sentí en mente como si hubiese caído sobre miel, yo quería quedarme, ¿o quería correr? no lo recuerdo, recuerdo que la sangre se me fué a las piernas, por lo que asumo que quería correr, pero me quedé igual, porque algo quería quedarse, así que me disolví, me disolví, una parte, la que se siguió moviendo fué la que corrió, pero se quedó absurda y por ende muerta, casi sobreviviendo con lo necesario, la que se fué, que fué la que en ese momento quiso quedarse, esa parte quedó viva, pero suspendida... Y como ser íntegro, aunque disuelto en el agua, permanecí flotando... a unos centímetros sobre el agua... porque sólo los bebés saben vivir en ella... los adultos tenemos que flotar sobre ella...

Caída, caída suave, te pregunté dónde estaba tu alma, me dijiste que tal vez con la mía... porque la verdad es que ya no estábamos ahí... y volví a donde caí aquella vez... y me disolví más, y mientras más disolvía, más quería decirte que lo sentía, y no sólo que lo sentía, te pedía perdón, te pedí perdón hace poco, cuando te soñé, pero tampoco me querías ver, y yo tampoco me quería ver, y seguí rodando por el río cuesta abajo, me pegué con todas las piedras, y se hizo de noche y de día, y quería decir que lo que más me entristecía era saber que si estába ahí, sentados en aquel muro, esa película que a uno le pasa en desorden bajo los párpados, porque ahí estaba cada vez que contigo estaba, por eso estaba tan triste, de saber que perdería, si actuaba: el apocalipsis; si no actuaba: mi apocalipsis... y decidí el mío... porque los apocalipsis son mi costumbre... la falta de absolución la tengo desde que nací... y el bautizo no solucionó nada, nada en mí...

Y bueno, el mundo siempre te cacha con su tridente. Siempre te cachan: porque es que hasta el diablo es bueno, te persigue y te lleva al fuego eterno; lo mismo que los ángeles cuando vencen atravesando un dragón... y luego dicen que no trabajan para el mismo... sólo que tienen distinta cara para la foto. Así que, aquel que se disuelve así: él que cayendóse e hiriéndose se conforta, y otra parte ahogándose vá flotando; él que quedándose se queda ausente, y otra parte yéndose se queda adherida; él que a voluntad elige su apocalipsis por deber a sí mismo; y aún más, es consciente de ello, es dos veces traspasado: por el diablo y por el ángel... se disocia... es doblemente castigado... pero es doblemente absuelto.

Dispara.

Se encuentran afuera en medio de la nada los dos personajes,
uno de ellos se dispone con un rifle al hombro a disparar,
está apuntando hacia arriba y tiene un ojo entrecerrado.

OJOS DE INSECTO:
¡Voy a dispararle! ¡Voy a dispararle!

EL FLACO:
¿Qué haces? ¡Para!

OJOS DE INSECTO:
¿Qué hago de qué? ¡Voy a dispararle! ¿Me oyes? ¡Voy a dispararle!

EL FLACO:
¡Si tu nunca has disparado un arma! ¿Qué haces?

OJOS DE INSECTO:
¡Ya te dije! ¡Le voy a disparar!
-Se señala a la cabeza-
Aquí yo he disparado una y mil veces, es más hasta a tí te he disparado.

EL FLACO:
¿A mí?
-Cara de tristeza y confusión-

OJOS DE INSECTO:
No, bueno, hijo no.

EL FLACO:
¿Pero por qué a mí?
-Comienza a sollozar sin lágrimas y a desesperarse-
¿A mí?

OJOS DE INSECTO:
No, bueno, hijo no. Yo sólo le quiero disparar a ese sol, y sí les he disparado muchas veces a muchos, pero no, no a tí. ¿Por qué no puedes esperar a que yo termine de hacer lo que tengo que hacer y luego lloras, vá?

EL FLACO:
Está bien. Pero rápido.

Ojos de insecto se dispone a llevarse el arma al hombro y a apuntar, pero ahora se siente culpable, se desespera.

OJOS DE INSECTO:
Hijo, pero yo también hago ésto por tí. Es que el sol no respeta. Déjame resolver ésto.

EL FLACO:
Está bien. Está bien.

Ojos de insecto apunta el rifle hacia arriba, pero igual el sol lo enceguece.

EL FLACO:
Para. Para. Pero... ¿para qué quieres hacer eso?

Ojos de insecto baja de nuevo el rifle y dirije su cara hacia El Flaco mientras habla, señala con el rifle y vá caminando hasta el flaco a medida que comienza a hablar.

OJOS DE INSECTO:
Mira. Míralo bien.

EL FLACO:
¿Qué?

OJOS DE INSECTO:
Míralo.

Ojos de insecto se acerca y señala con el rifle al sol.

OJOS DE INSECTO:
El sol. No prestas atención.

EL FLACO:
Sí, ya lo veo.

Ojos de insecto susurra.

OJOS DE INSECTO:
Míralo, el sol, se ríe de nosotros, ¿cómo se atreve? con su orgullo, su orgullo pedante, su brillo.

El flaco tiembra, se sonríe.

EL FLACO:
¿Sí?

Ojos de insecto sigue hablando así casi imperceptible, pero manteniendo la tensión.

OJOS DE INSECTO:
Se burla de tí. Se burla de mí. Se burla de todos. El día todo soleado, él no respeta nuestra tragedia. Todos los días el sol sale igual. A él no le importa nuestra catástrofe. Su burla es su indiferencia. Sigue su mismo camino. Sigue su mismo patrón. Entra y se vá cuando quiere. No respeta nuestro luto, y vá a placer burlándose, de tí, de mí, de todos.

EL FLACO:
Pero acaso ¿no hay quienes salen sólo por ser su gusto, o su necesidad o tal vez su destino?
Tal vez nosotros no tengamos que ver. Tal vez su camino sea suyo y simplemente no sea algo en contra nuestra.

OJOS DE INSECTO:
Hijo estás cayendo en la mentira. Hijo estás cayendo en su juego. Hijo... ¡Que me dejes dispararle te digo!

Forcejeo. Disparo al aire. Ojos de insecto toma el rifle de nuevo.

EL FLACO:
Dispara. Vamos dísparale al aire. Dispara.

Ojos de insecto se lleva el rifle de nuevo al hombro y enfoca. Suda de nuevo. Se seca con una sola mano. El flaco lo vé directamente. Ojos de insecto está nervioso. El flaco sigue con su mirada directa. Ojos de insecto ríe nerviosamente. El flaco vá y le quita el rifle y apunta rápido.

EL FLACO:
Muy tarde.

El flaco apunta y dispara sin dudar. El impulso lleva al flaco hacia atrás. De repente se oye un trueno y comienza a llover. El día se torna oscuro sin cesar. Ojos de insecto se lanza al piso.

OJOS DE INSECTO:
Gracias hijo. Gracias por vengarnos. Al fín ha obtenido su merecido.

Ojos de insecto está tranquilo, sonriendo sentado en el piso. El flaco está conmovido de darse cuenta que el objetivo de Ojos de insecto parece por fín tener sentido.