sábado, 26 de abril de 2014

Libres y de todas partes

No había nido al cual llegar, se vagaba incesantemente, para dormir también había que volar,  pues no había suelo, ni ramas, ni donde pararse, no habría nido, pero era el hogar la vastedad, nada pertenecía a éstas aves y no le pertenecían a nada ni nadie, entonces sólo así podían ser totalmente libres.

Las aves volaban, cada una era íntegra y completa, pero cada una solitaria, el espacio era tan vasto y su vuelo era tan alto que nunca se chocaban unas con otras, por tanto, cada ave era regente de su espacio, porque la majestuosidad se vé siempre en solitario.

Un día una de éstas aves avistó a otra ave, era como reflejo de sí, de su vuelo, de su sentido de dirección, hasta sus acrobacias; nunca había visto en su espacio a alguna ave más volando, volaba de tal manera que le hacía confundirse, como si se hubiese visto a sí misma ¿podría tratarse de un espejo en el aire? quizás de un espejismo, el cansancio dá tales frutos si se junta con un ángulo justo y la incidencia de la luz correcta.

Pero igual se acercó, quiso avistar de cerca de qué o quién se trataba, entonces se dió cuenta que sí, que había un ave más en todo ese espacio, lo que antes era un desierto aéreo ahora estaba poblado por algo o alguien más, de su propia especie, de la misma forma, del mismo tipo de vuelo, más sin embargo, al acercarse vió que batía sus alas con más fuerza, como si no se diese cuenta de nada más, y entonces se acerco e irrumpió en cierta forma, la otra ave al darse cuenta, se volteó y le invitó a detenerse, pero la primera ave no deseaba detenerse, en dónde abría de detenerse y por qué; entonces le espetó:

-Soy libre por tanto no comprometo mi vuelo... - pero bien no había terminado de decirlo, cuando la otra ave ya había salido volando, lejos.

Éstas volaban no como escape, sino como su única naturaleza, entonces como alguien puede pedirles que se detengan.

Entonces la primera ave se preguntó, quedando aún, en su lenguaje de ave y en su mente de ave que conoce de direcciones y movimientos:
-¿No se puede ser libre en conjunto? Libre volando, sin ver más, porque de todos modos éramos las únicas aves, en un lugar de nadie.

Pero siguieron volando, eran demasiado libres para estar en conjunto, cada cual en su rumbo.

El tiempo se siguió comiendo al tiempo, y renaciendo así como el hígado de Prometeo, y una vez más se hablaron, pero en la distancia, a través de las pulsiones del viento, porque a las aves, el viento les habla; se hablaron de lejos porque ya se habían desconectado, su sentido de dirección estaba como en automático, el rumbo ya no era igual, y sin saber bien porqué, como si algo hubiese volado de éstas mismas aves, como si los polos del planeta hubiesen sido cambiados; entonces dijo la primera:

- ¿Por qué ya no hay dirección? Es nuestro sentido de dirección nuestra alma.
- Seguro. Tampoco encuentro la mía, los polos parecen haber cambiado, y a veces ya no sé como llegar a los mismos sitios. -respondió la segunda, que era la que había salido volando.
-¿A dónde se habrá ido? ¿A dónde se habrán ido?
- Tal vez estén por allí, volando también, en conjunto, para no perderse, tal vez luego las encontremos -le dijo en un momento de dirección lúcida que no sentía hace tiempo.

Y de repente, se desapareción la comunicación a la que el viento se prestaba de medio...

Hay quien dice, que aún siguen volando las almas de dichas aves por allí, y que todo el sentido que se ha perdido en la tierra, en el vuelo y en el donde saber a donde llegar, se perdió desde ese momento, ya que las almas de la dirección, la parte que vá sabiéndolo todo y que se aletarga si se detiene, están volando mas alto que el que cuerpo que vuela mas alto aún siendo cuerpo, que está incorporando la ruta de nuevos espacios, sitios a los llega con facilidad y a los que el cuerpo que vuela mas bajo, por su propio peso, no accede, no reconoce.

Entonces éste es un llamado a que cualquier angustia o confusión que provoca eso vacío, ese algo que se siente que se fué volando, se convierta en la calma que dá la certeza, en la que se sabe que aún perdiéndose se puede uno encontrar, en saber que esa alma de la dirección debe estar en buena compañía, retornando a las tierras cálidas, descubriendo nuevos espacios en su recorrido, readaptándose a la cambiada magnetización de los polos, visualizando tanto devastación como vastos campos llenos de vida, para luego, un día, quizás volver, volvérnoslo a contar, volver a dar guía y ser, completamente ser, como cuando se estaba completo.

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