domingo, 30 de septiembre de 2012

Conato de incendio

Y le disparé a cualquier necesidad que se interpusiese en mi camino,
y cautericé mis heridas con fuego y chispas dejaron mi rostro curtido,
y barrí con mis ojos a cualquier deseo que causase desasosiego asesino,
y sellé mis ojos para deslustrarme y llenarme con el polvo del recorrido.

Y le grité a la catástrofe que al aterrizar aquí fué sin oxígeno y sin llanto,
y solté por igual a bestias y ángeles que desde antes me legaron al infierno,
y reí de la cacería pues guíe a quienes fuesen mis cazadores al laberinto,
y desarmé preconcepciones pues caminé descalzo en el feroz invierno.

Y le despedacé las huellas a la desgracia y bailé en la tumba de la fatalidad,
y andé hacia corpúsculos de la nada y me ofrecieron unirme a su hermandad,
y alumbré con un incendio ante la multitud atónita a todo el desconsuelo,
y fuí implacable... desgarré pasado y origen pues ya mañana me marcho.



martes, 25 de septiembre de 2012

Una cena con amigos

Mi alacena está vacía, la cabeza me dá vueltas, la inspiración está dormida, la gracia está ausente.

Abro la puerta, sin que nadie llame a ésta, pero ellos ya están allí, Van Gogh con su botella de ajenjo bajo el brazo, Kafka con sus ojeras interminables, Cézanne con un ramo de flores sin contorno, los invito a pasar... Me hubiese arrepentido de no haber limpiado, pero ni me dí cuenta de si estaba sucio.

Kafka empieza a transformarse sobre mi sillón, ¡que honor como éste hombre cambia de forma sobre la silla de mi casa! y mientras más cambia, más se parece a él mismo... Van Gogh saca unos vasos de la alacena, sirve un trago y me invita, pero sin darse cuenta, se toma lo que me ha servido segundos antes, me dibuja unos girasoles en la pared, se dirige al piano, y cuando empieza a tocarlo, con cada nota inyecta tinta a distancia a los pétalos y a las hojas, al tallo y a su centro de polen; con cada cambio rítmico les dá movimiento, los hace girar, la botella cerca del piano, a cada trago que sirve y me invita, se lo toma, acaba con la botella, pero yo sólo quiero ver a los girasoles, a la vida moviéndose y coloreándose en la pared con cada nota...

- ¿Otro trago? - me dice y me extiende el vaso vacío...

Dirijo entonces mis pasos a la cocina, veo que no hay más que botellas vacías, me asomo a la ventana de la cocina, veo a mis vecinos Man Ray y Duchamp, jugando a las charadas, jugando ajedrez con las estrellas y deconstruyendo su propia terraza, destruyéndola para crearla otra vez desde la nada... Aún no he mencionado nada, y de repente me estiran una botella de rompecabezas, es un nuevo ready made, que sólo se arma cuando se desarma, y que estando de cabezas se reconstruye...

De nuevo en el apartamento voy caminando de manos, la botella vá flotando imantada por mis pies elevados pero sin tocarlos, doy una vuelta y entonces cae en mis manos, coloco la botella en la mesa, Cezanne me asesina con su mirada pacífica, pero lo distraigo, y le hago un pincel con un mechón de mi cabello, e improviso el mango con un bastoncillo de madera.

Cézanne pinta a las vecinas de alacena vacía y caras de plácida simpleza, les dá color a una vida que él les inventa con su dimensión de color.

Kafka sobre las sillas se mueve como mantis religiosa, le ofrezco pan con miel y leche pasteurizada...

-Hay más que suficiente -le digo, mientras me mira con sus ojos gigantes.

Me asomo a la ventana de la sala y veo ventanas a otra dimensión, flotando, las estrellas que ya muertas aún llegan aquí en su brillo y tintinean en ese Eúfrates infinito de las constelaciones, estoy absorto, voy y me sirvo ostras, y al abrirlas encuentro estrellas nuevas dormidas, aún soñando... entonces me alimento de luz, mientras espero.

Huelo girasoles regados con ajenjo, veo a mis vecinos hacerse bromas y contradecirse, pintar nuevas formas en nos reímos en un lienzo invisible, me pierdo en la belleza vaga salvaje e inocente de las vecinas que pinta Cézanne, uso mis binoculares integrados a mis ojos, levanto los pies y levanto vuelo, creo a partir de lo percibido, y mi creación me vuelve a crear a mí, me recrea una y mil veces, nos reímos en nuestra taverna iluminada por espirales. No tengo miedo. Estoy lleno. Estoy satisfecho.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Eternos dentro de la nada

Vivíamos dentro de una burbuja de lo incognoscible,
pasábamos por calles donde éramos extraños,
vivíamos escapando de una realidad poco amable,
pasábamos por sitios donde el tiempo era forastero,
vivíamos soñando con ojos abiertos e inconmesurables,
pasábamos como si flotásemos de entre los muertos.

Éramos eternos dentro de la nada...
Pero ya nos secamos, ahora somos algo.
Antes dentro del vacío teníamos forma.
Ahora tenemos forma y contenemos el vacío.

viernes, 21 de septiembre de 2012

El aislamiento produce alucinaciones

En medio de la multitud me aíslo,
me junto con muchos y soy un número negativo.
En medio de la catástrofe sueño,
me voy a visitar a Andersen y soy un caldero.
En medio del tiempo me detengo,
me voy a caminar sin moverme y soy un cataclismo.
En medio del cansancio me animo,
me junto con caballos de mar y soy un plancton diminuto.
En medio de los hechos me precipito,
me voy al centro de los volcanes y soy un niño.

En medio de la nada fluyo,
me voy a navegar por la hecatombe cósmica y soy un punto.
En medio de los deseos grito,
me voy a la tierra de los recuerdos y soy del trueno su bramido.
En medio del purgatorio me despierto,
me voy a dar vueltas sobre mi mismo y soy del trompo el recorrido.
En medio de la memoria olvido,
me voy a dormir entre las piedras y soy pues del camino el risco.
En medio del pensamiento me escurro,
me voy a cantar cuentos mudos y soy de la imaginación el sonido.



viernes, 7 de septiembre de 2012

Los de afuera

- Nunca me han gustado los perros, bueno si, algunos perros de la calle, me les quedo viendo.
- ¿Por qué?
- Son como yo. Sin dueños, pero a la vez, nadie los ve, son los perros invisibles.
- Mira ese de ahí.
- Todos le pasan por el lado.
- Si, ni los otros perros de la calle saben que existen.
- Nosotros somos los de afuera.
- ¿Para qué queremos estar adentro? si ahí no hay nada que buscar.



Afuera hay más espacio, corremos a nuestras anchas, vamos a pie cuando nos cansamos y volamos cuando soñamos, que no nos dán mapas, nos perdemos, pero nos encontramos solos, somos los niños autocriados, y ni sin comida y ni sin cobijo, que consumimos nuestra propia vida terrena, que nos arropamos con las galaxias, y andamos sucios, violentos y que se nos ve la columna.

Adentro lo que no conocemos, que los hemos visto con nuestros ojos vidriosos a ellos desde afuera, pero los vemos a todos con gran detalle, pero estamos seguros, porque los de adentro no nos ven, que se nos ensangrentaron las manos cada vez que nos acercamos a la alambrada para verlos jugar y pertenecer, pero que nosotros inventamos juegos con la brisa y los jugamos mejor que todos.

Afuera donde es nuestro lugar pero que tampoco es nuestro, donde los desterrados correteamos, ni siquiera armamos grupo, pues el afuera es tan grande que pocas veces logramos cruzar nuestros caminos, a veces vemos a otros de los de afuera pero en un parpadeo desaparecen, no sabemos si fueron alucinaciones, o es que en en el afuera el tiempo se mueve distinto, tal vez porque el tiempo y movimiento pasa al mismo tiempo, y ésto es el lugar donde el viento es el único que se mueve, con los fantasmas de risas mudas.

Adentro donde están enterrados en vida con sus reglas y preceptos revisionistas, que quisimos entrar, que algunos de los de afuera al parecer nacieron adentro, pero no cabían allá y los mandan para acá, tal parece que los cuerpos en las calles se mueven en el mismo sitio, pero los de adentro y los de afuera van a distinto ritmo y con distintas caras, todos los de adentro se parecen, los de afuera ninguno se parece a otro, en la lejanía tenemos cosas en común, como que no proyectamos sombra en el piso, como un mediodía que se posterga al infinito o como una noche indisoluble.

Afuera no queremos historias de dolor y desarraigo, pues no extrañamos nada, no tenemos memoria, sólo fragmentos de una historia del universo, grabada en nuestra espalda y en nuestra frente espinas que ya no nos duelen, que se nos fijó una crónica asíncrona de las bocas de todos, pero de cosas que no vivimos, de infancias, de adolescencias, de adulteces que no tuvimos, pues es que aquí somos pero no existimos, he pues que nunca podremos morir, somos eternos en nuestro mundo sin pertenencias y donde no somos de nadie, ningún poder, pero al menos ninguna coerción sobre nosotros.

Adentro donde nos han querido domar, pero siempre mordemos, y somos más fuertes que el loco más loco, loco que en el afuera es libre,indoblegable, así en el adentro le exposen y lo confinen a jaulitas, y es que aunque se haya estado allí nuestra alma no creció allá, creció en el afuera, por eso no podemos caber en el adentro, lo reventaríamos; no hemos de extrañar lo que no se conoce, tal vez sólo la remembranza de algo que nos gustó imaginar como era.

Afuera, en la tibieza desecada de nuestra tierra donde no existimos, no crecimos allá, adentro donde los de afuera ya no sabemos como es, reiremos y jugaremos aquí en el afuera, que el adentro te quema la piel y te deja deforme cuando te resulte el alma ingente para ellos, nos cortarán y someterán, pero nos liberarán más en espíritu, que pueden dejarnos sin columnas, pero que la nación nunca se va, nuestras voces quedan en nuestra garganta y cuando gritamos somos el sonido que se confundirá con el ruido de lo masivo, pero volaremos más en el afuera y nunca regresaremos.


La nada absorbente

"Entre la pena y la nada elijo la pena". Las palmeras salvajes.
Por William Faulkner.



Yo había escogido la nada, nada especial, nada elegante, nada sucio, nada destruído, límpido y lo que va después del punto y final en un libro que no es saga. Me gustaba la nada, pero sólo me cobijaba con más nada. La nada era mi refugio donde yo también era nada, eramos nada juntos y a la vez nada. Me despertaba y no había reflejo, luego me daba una ducha de nada, y para comer un plato con sabor a nada, sin dolor y nada, nada más.

La nada era un vacío ideal, al que ahora le doy forma como concepto y deja pues de ser nada, que es humilde, que si le halagas deja de ser, que es vanidad, que si le acaricias llega al todo y te come. Mucho dolor y exceso de sentidos, sentidos aprendidos, pero sentidos al fin, dolor inconmesurable, hasta que la nada me coqueteó y dejé que me poseiése.

La forma era desértica, y fría, se veía a los osos polares correr sobre arenas, eran osos polares de nada, los "algos" vacuos se habían desaparecido, nada de fragmentos siquiera, el todo me era ajeno, no sentía, alguna otra vez hubiese podido decir "dulce alegría", pero es que la nada te proteje hasta el paladar, nada ya es dulce, pero al menos no es amargo, nada que calcine el alma, pues tu alma es la nada, luego que permites que la nada te conquiste y te tome, que duerma junto a ti y te vea con los ojos de la oquedad, pacíficos, desérticos y hasta de alguna forma consoladores.

Las voces que clamaban pasión, se callaban, el paso era silencioso, por fin había los "sin" habían vuelto, sentidos secos, pero tranquilos, con los paseos diarios y continuos, sin interrupciones, por espacios vacíos, cubre pero sin capas y sin brazos, por fin la calidez deja de ser necesidad, que se te seca la sangre y vas en paz, paz de nada, pero paz al fin.

La nada eterna era pacífica, pero siempre había algo que no conseguía matar, sólo dormir, tal vez por la juventud del cuerpo, pues al alma amaba a la nada, mientras ésta yacía cuando yo esculpía en márfil su silueta, su silueta de nada. Se bailaban vals de silencio, dábamos vueltas por ciudades evaporadas, apaciguaba mis pasiones, las mías y las de cualquiera que caía a sus pies, a su poder era igual un delirio, a un llanto vehemente, a un grito enérgico, a un pensamiento concupiscente... lograba acallar toda pasión, ponía calma en los labios y sentido a los padeceres.

El deseo dormido, sólo tomó una fracción de segundo, una fracción de tiempo desconocida, para despertarse y hacer volar por los aires a mi nada exquisita, exquisita en su lánguido cuerpo de la no materia, ahora la pena subyace en mí, de nuevo, una vez más, me desgarra y come de mis órganos, los vuelve a regenerar y los vuelve a devorar, la pena al menos me obliga a escribir, pero no me vale de nada, ahora me la paso recordando a mi desolada nada, a mis días esteparios sin pena, donde se danzaba en el no sonido y exquisitamente cerrábamos los ojos al todo, íbamos ciegos pero más rápidos que el mismo todo y que cualquier cosa, irrumpíamos en la rabia y quedaba deshabitada... pero aunque eterna, temporal... si hablamos de cuerpos que aún laten.

Yo ahora es cuando más quiero matar el deseo, pero el ríe, fervoroso pido, el deseo sabe que aunque lo odio, me provee placer, aunque dolor, pero sabe bien el deseo que no puede matarme, pues si uno de sus hijos me mata, volveré con mi nada, entonces pues me retiene, me retiene sintiendo con reventar su cuello de deseo, pues mi deseo se condensa en mis ganas de apuñalar su pecho fecundo en fruición y pesar.

He de acostarme a soñar con mi nada y su concepto, pero mi nada no vuelve, no pronto, pues cuando es concepto y sentir, deja de ser.