martes, 1 de octubre de 2013

Viajando sentado en el mismo sitio

- Mamá juega conmigo.
- Imagínate a alguien y juega con ese alguien.

- Mamá cómprame eso.
- Imagínate que lo tienes.

- Mamá llévame a pasear.
- Pasea con la imaginación.


Y así, en lo que puede parecer algo a primera vista cruel o quizás risible, me regalaron algo: imaginar... no por eso iba a tener alguien que jugase conmigo, ni lo que yo quería, ni tampoco lo que necesitaba, pero me regalaron un boleto con el que podía ir a donde quisiera, y como la vida me pesaba tanto, como un grillete amarrado a los pies, entonces pues, para hacerla más ligera, más llevadera, me despegue del piso con la mente, me fuí a pasear a sitios que no existían, mezclé todas las fotos de esas revistas y de esos periódico que me gustaban, en un mismo planeta, construí un mundo y entonces tenía paso libre a desplazarme cuando quisiera, por donde quisiera, con rumbo o sin éste, pero siempre viajando...

Y así, la vida en lo sucesivo, se hizo más pesada, pero la capacidad de viajar se hizo más fuerte, y aunque sentado era sólo un testigo, un tipo escondido en una bolsa de papel, comencé a dirigirlos, a ver lo que los demás no veían, comencé a adivinarles la cara, a leerles por las hendiduras por las que todos se cuelan y eventualmente se desparraman cuando ya no pueden contenerse, y muchas veces me lo veo venir, pero me callo, porque el que viaja, el espectador, el lector de todo lo que hay, el narrador del mundo, debe mantenerse en silencio, no puedes abrirles la jaula que consideran su casa... sólo puede seguir viajando.


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