Esa noche nadie vino a cenar. Ese día por la mañana nadie lo había visto. Estaba su casa vacía, como un cajón blanco carente de adornos, estaba el aire carente de aromas, de calor o de frío, pero tenía guardados en los bolsillos la diversidad unida como un carrete de hilo.
Nadie llegaba. De igual forma: Nadie había sido invitado.
-Yo soy al que nadie quiere -exclamó repentinamente el dueño de la casa cajón blanco- nadie vendrá, nadie.
Y entonces nadie apareció, se dió la vuelta pues sintió un ruido y se dió cuenta que nadie estaba allí, que nadie era su compañía.
Y nadie llegó y nadie se lo llevó.
Una parte siguió allí, y la otra marchóse con nadie.
Nadie llegaba. De igual forma: Nadie había sido invitado.
-Yo soy al que nadie quiere -exclamó repentinamente el dueño de la casa cajón blanco- nadie vendrá, nadie.
Y entonces nadie apareció, se dió la vuelta pues sintió un ruido y se dió cuenta que nadie estaba allí, que nadie era su compañía.
Y nadie llegó y nadie se lo llevó.
Una parte siguió allí, y la otra marchóse con nadie.
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