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miércoles, 25 de noviembre de 2015

El derecho a estar arrecho

El derecho a estar arrecho...
O de como la dictadura de la felicidad busca quitarle su derecho a reaccionar.

No puede uno ya tener ceño fruncido con tranquilidad, no puede uno ya tener derecho no a estar molesto, sino "a estar arrecho"; motivos para estarlo sobran: lo robaron, le lanzaron un carro o una moto encima, la policía lo paró para ver si tenía plata, porque caminaba muy rápido o quizás muy lento, porque parecía sospechoso o porque no lo parecía y eso era justamente lo sospechoso, porque está Ud. muy joven o porque está muy viejo... motivos muchos hay, la cuestión es que hoy en día ya no hay derecho.

Para hoy estar arrecho uno se tiene que esconder, se ha vuelto casi como era en tiempos anteriores llorar; ahora el asunto se vuelve personal aquí: cuando yo era pequeño se me daba muy bien llorar, pero una vez que pisé la adolescencia, me cortaron los frenos y no los del llanto sino los de la arrechera; cuando su familia parece sacada de una novela, el gobierno se parece a los directores de un instituto siquiátrico victoriano en los cuales desangraban a la gente y los ciudadanos ya parecen todos de manicomio... pensaría Ud. que tiene uno mucha razón en recalentarse y estallar, o al menos dignamente llevar su cara de molestia, pero resulta que ahora a uno tampoco lo dejan ¡no! ¡no lo dejan! a uno lo vén así y lo mandan a un curso de autoestima, de yoga, a comer cosas m̶i̶c̶r̶o̶b̶i̶ó̶t̶i̶c̶a̶s̶  macrobióticas, a comer sushi -sería mejor que lo mandasen a uno a comer mierda, aunque sea, al menos eso tendría más dignidad-, le dicen a uno que no se puede escapar a la felicidad, que uno debe aceptar la crítica constructiva y sonreír, .

¡PERO ES QUE NO QUIERO!
Sonreír sin sentirlo es como orgasmo falso de prostituta, vale más para mi una cara de culo sentida que una sonrisa falsa. Tanto que pareciera que quisieran violarlo a uno con eso de la felicidad, parecen adictos a las 3 de la mañana en la calle cuando ván en su paranoia y su vuelo peligrosos y enloquecidos... el adicto de la calle con su bote de pega, su ácido y sus pepas, y éstos nueva-era ahora con su bote de felicidad a juro, resulta que si ahora uno reacciona a su entorno de basura, ratas, miseria, malos olores y abuso es entonces uno el que debe ser medicado, no el entorno el que debe ser sanado.

A veces les temo... son como la madre que le pega al niño si se ríe duro pero también le pegan si no sonríe, no agradece la migaja y dice que no es feliz. Y así como manejan la casa, la comunidad, el negocio, también manejan el país: en feliz negacionismo, en desastre, y sin planificación y si osas decir que no eres feliz: golpes contigo o exclusión, ya decidirán los otros por tí en su dictadura de la felicidad cual ha de ser tu suerte social según ésta 'División de la Alegría', por cierto para quienes se les olvide qué o quiénes eran "La División de la Alegría", ésta era una sección en los campos de concentración que tenían los nazi, donde se encontraban quienes debían darle "alegría y placer" justamente a quienes curiosamente tenían que sentir asco de ellas, es decir: era un burdel pero obligatorio... básicamente nuestra misma sociedad actual, pero con otra cara.


"Máscaras" Emil Nolde (1911).


Ya se me parecen mucho a Stalin -con ésta imposición de la felicidad, con éstos ministerios de la felicidad, días de la felicidad, año de la felicidad, campañas por la sonrisa, cursos de autoestima, yoga y felicidad que parecen ya un culto- tanto me lo recuerdan como aquella vez que dijo:

"La alegría es la característica más sobresaliente de la Gran Unión Soviética".

miércoles, 21 de mayo de 2014

La indiferencia... no siempre es mala

"Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos."
Otra vez Martin Luther King.

Hay quienes dicen que la indiferencia es el mal, pero ¿qué hubiese pasado si se hubiese sido indiferente al que azusaba la guerra? En todo caso se está viendo como causa a la consecuencia.

Los chismes y las guerras empiezan por la misma razón contraria a la indiferencia: "el no poder estar tranquilo", "la intransigencia", "el odio, la rabia y la envidia" ¿o no? tal vez el lector encuentre muchas otras razones, pero posiblemente seguirán en la misma línea: mira "hacia afuera" por no querer mirar hacia adentro, el que vé el problema en "quien no lo ayuda" o "quien no sigue su camino", sea ese quien en singular o sean muchos quienes hagan ésto.

La guerra como el chisme no empieza por la indiferencia, todo comienza por ese gusanito de buscar en los demás y en lo de afuera lo que hace falta en lo propio, de ver en "la otra tierra" ó "la otra persona" y "el otro grupo" ya sea lo que se quiere tener o lo que se rechaza "de tajo" por ser contrario a la propia esencia, incluso ver en ese "demás" el reflejo de todos los daños causados a "lo propio" concentrados en uno solo, o a veces en un grupo que lamentablemente nunca son exactamente quienes hicieron tal daño; es así que la guerra y el chisme son las heridas que no se pueden rascar y por tanto se rasca en otra parte.

Véase como el origen del chisme y de la guerra una concentración de las fuerzas intelectuales, físicas y sociales en lo otro, para lograr ya sea cohesión o división (depende de lo que se quiera lograr, usualmente "cohesión entre lo mío y lo que me beneficie), para desviar la atención de "mi mundo" y buscar una culpa en "el mundo de allá", "el mundo de los otros"; pues quien no ha conseguido en sí mismo quien es y sus propias respuestas, quien aún no sabe lo que le guste hacer "para sí" volca su energía en todo "lo otro", para conseguir así migajas de atención que cuando muchas así pueda satisfacer su hambre; y ésto se puede aplicar en el macronivel de un país o en la micronivel o pequeña escala de la persona como ser individual.

Ésto no pretende en ningún caso defender a la indiferencia como solución a todo mal, hay casos en donde ser indiferente no tiene mucho sentido, por ejemplo, si se le quema la casa y aún hay oportunidad de salvarla, pues sálvela, si un niño necesita atención, pues pacientemente -con toda la paciencia que no tiene y deberá inventarse- préstela en la medida de lo posible; pero eso ya Usted lo sabe y está en su derecho, pero ¿tiene sentido gritar por la casa que se quemó cuando usted no había nacido y donde no habitaba nadie?, ¿tiene efecto prestar atención y salvar o dañar más aquello de lo que ya ni cenizas quedan?...

Aquí se centra éste texto en la indiferencia como una opción a ciertos casos ¿acaso no sería mejor el "no hacerle mucho caso" a lo que no importa ya? ¿serle indiferente a lo que no hace un daño real y por tanto no le quema la casa ni a Usted ni a nadie? si no puede ofrecer respeto, ya que éste se gana, es mejor seguir cada quien en su camino, comenzar y seguir por "el aquí personal", cada quien en su ruta como un símbolo de respeto al camino, pero al camino propio, borrando del mapa de la mente todos los caminos que no importan y que por tanto no son el nuestro.

El mejor consejo que me hayan dado: "pero es que siempre hay algo que hacer, hasta barrer el piso", entonces barra el piso, deje su casa reluciente, pinte la verja de su casa, y olvídese de la de los demás, seáles felizmente indiferente a todo lo que no le ataña siempre y cuando no haga daño, pues de todos modos el barrer el piso con los demás nunca vá a resolver el problema del aquí, ni el de la casa propia, el prestarle atención al resultado en vez de a las causas, vá a seguir sin solucionar nada; buscar en fantasmas soluciones y problemas para no hacerse cargo de lo importante y lo personal no es más que una falacia que crea más daños; a veces se ésta un poco más en paz cuando lo que ofusca se cambia por un interés más sano, más propio, menos alienado.

A veces, hay cosas que molestan, sobre todo las que atañen a nivel personal, o a nivel de quienes nos importan, pero y en cuanto a lo que no nos atañe y no causa ningún daño: ¿para que verlo o perder tiempo y energía en eso?, claro sé que muchos seguirían incómodos con lo externo, por supuesto que siendo alguien tan bello y perfectamente moral es por tanto el paradigma tan alto... deténgase aquí y analice su nivel de belleza y perfección ¿listo? ¡por supuesto debe haber concluído que es si lo es! cabal, bello y perfecto, pero recuerde entonces que lo cabal se centra en lo justo y lo exacto, es medido, tiene por tanto un espacio y un camino, y que lo bello no está consciente de serlo, y mucho menos de tales conceptos, pues a veces serle indiferente a ciertas cosas y saber a cuales cosas serlo es estar tranquilo, diferenciar la causa de su consecuencia es estar tranquilo y por tanto... ser indiferente no siempre es malo.

En rescate del honor personal

Si Martin Luther King tuvo un sueño, también tengo uno:
"Sueño del día en que la gente evolucione y que con el simple hecho de respetarse a sí misma, no tenga que entender a los demás para simplemente respetarlos o mínimo serles indiferente".


Quisiera abogar nuevamente por un "código de honor" del sujeto para "consigo mismo"; porque las leyes como control ya están allí, pero todos saben que se pueden torcer, los métodos de control social como la humillación y la vergüenza siempre se prestan al servicio de quienes están intoxicados con deseos de poder, por tanto no son realmente efectivos, además la opinión ajena es a lo que se le dice "sí" con la voz y por dentro es todo lo contrario, por tanto también es inefectiva; y cuando parecen ser efectivos dichos controles externos porque hay quienes les prestan atención, es sólo un perfeccionamiento de "el que nadie se dé cuenta", "el cómo salirse con la suya y que hasta todos le aplaudan".

Pero un sentido del honor interno, de la justicia y del deber ser para consigo mismo, es cuanto más efectivo y más valioso, pues es la experiencia propia y el saber quien se es por si mismo el que indica un comportamiento ético, el no tener que conocer y querer a los otros para respetarlos, el no tener que entender todo para ser correcto; digo, si hasta los vagabundos tenían códigos de honor entre ellos mismos y por ellos mismos, de no dañarse entre ellos, de no contaminar, de denunciar a los abusadores, y les servía...


¿Por qué no rescatar un soy por y para mí mismo? Siempre se ha temido que sea ésta la hecatombe, por tanto se inculca
"el ser para la comunidad" y "el ser social" como el deber ser, ésto a manera de contrarestar "lo individual", pero acaso ¿la hecatombe no se ha engendrado es allí? ¿acaso el principio de tal cataclismo no ha sido el "olvidarme a mí" y "ser para los demás"? pues es allí donde se fragua el crimen y la hipocresía, en impedir que el individuo se desarrolle y mejore para sí, es arrabatarle su naturaleza, por tanto atacaría a los otros, incluso sin saberlo.


Es mejor el sentido del honor propio que el honor para la comunidad, porque a la vez el honor propio es el que se reflejará en un ser y hacer correcto para con un todo, no porque el "todo" me lo impone desde arriba, sino porque "yo sé quien soy y me respeto a mí" por tanto respeto lo demás y a los demás, incluso de manera inconsciente... aunque la mayoría de los libros digan que es egoísmo, y quieran separar cual alquimistas al ser de su propio ser, es mejor un código de honor del individuo para consigo, el código de honor que lo hace libre pues sólo se sigue a si mismo y sabe quien ser y como serlo, pues es el mismo, es perfecto pues es quien debe ser desde el principio.

Vivir en un mundo artificial produce atacar lo externo y autoatacarse, pero tener sus propios valores y sus propios códigos, te hace respetar.

domingo, 30 de marzo de 2014

El fin del mundo

Vivimos en el fin del mundo desde el principio de la historia, todos siempre sentían llegaría el acabóse, y efectivamente, siempre llegaba, siempre estaba más cerca, acechando ¿cuántas veces filósofos, pensadores, historiadores, religiosos y no dejaron testimonio de ésto? incluso los demás también lo pensaban, sólo que no dejaron testimonio, no lo escribieron; pero el pensamiento era igual "el mundo llega a su fin", que a veces no parecía más que la historia de la Gallinita Trula, cuando creyó que el cielo estaba derrumbándose, porque le cayó una manzana en la cabeza y quiso entonces ir a avisarle al rey y emprendió su viaje, lo cual hace pensar que o el mundo se está acabando con tantas guerras, pestes, muertos y sufrimientos, o que el mundo que se acaba es siempre nuestro pedazo de mundo, el mundo que conocemos y para el cual nos volvemos viejos, para el cual ya no podemos adaptarnos más.

Todos los días es el fin del mundo, el fin del mundo tal como lo conocemos, porque el mundo que hoy es, tal cual, mañana ya no será, por mucho que se le parezca, y hasta en el status quo, siempre se gesta un cambio, algo que vibra diferente, algo que vendrá para cambiarlo todo aunque se le parezca, aunque se tarde, hasta el caos tiene sus patrones, y hasta en la falta de movimiento y con las cosas congeladas todo marcha más lento, pero eso también es relativo, porque es sólo la idea de que no marcha, pero el fin siempre está la vuelta de la esquina, como de igual manera podría estar una alegría, o un nuevo nacimiento.

Cada vez que se acaba un sueño, un proyecto, algo que nos daba esa idea de hilaridad, de pertenencia, de consecutividad, el mundo se acaba, porque nos separamos más de nuestra unión a él, ese reconocimiento de que aquello que une al mundo que es sólo mío vá separándose del mundo grande que es el mundo en el que cada quien tiene su mundo, nos hace conscientes, y ésto a su vez nos dá la idea de un fín, al no sabernos solos, nos declaramos fuera de control, sabernos no-solos aunque a la larga todos lo estemos.

Entonces es el temor al futuro, a lo desconocido, el temor al mañana, al mañana que llega en un segundo, o al mañana que viene después de hoy, al que viene en diez años, o al que viene en un siglo, al mañana que se muestra totalmente borroso o al mañana que bien podemos predecir, lo que nos hace declarar el fin de todo, el fin de nuestras reiteraciones que nos dán idea de continuidad y nos hacen dormir en paz, porque hay dos formas de estar en paz o ignorantes de todo y por ende tranquilos en una cama de seguridad de todo lo que no se sabe porque no se inquiere y en lo cual no hay tiempo que perder; o sabiendo que todo podría pasar, conscientes, alertas y a la vez por ésto tranquilos.

Pero así el mundo implosionase, de la misma manera que una vez nació, seguirían habiendo millones de mundos, que declararíamos perdidos aunque ellos mismos supieran donde están, es el "desde mi punto de vista" que acaba, es el cerrar los ojos temporal o eternamente al mundo externo, lo que nos hace pensar en un fin, un fin que llega... o no... depende de como lo percibamos.

viernes, 14 de febrero de 2014

Idea alternativa para un valentín perdurable

¿No sería mejor enamorarnos despiertos y sin soñar con cosas frágiles e idealizadas que pronto han de romperse y ni siquiera nos pertenecen?

¿No sería mejor enamorarnos conscientes y sin negar los defectos, es más... ir más allá y enamorarnos de los defectos entonces?


Los defectos no se ván ni con la edad, ni con las enfermedades, ni con las dietas, ni con las amarguras, ni con las decepciones; las virtudes, en cambio, volátiles como son, especialmente las físicas, a la larga se ván difuminando y hasta borrando; pero los defectos dán carácter y se intensifican con el tiempo, siempre ván a estar allí: manías, momentos de locura e ilógicos, gestos extraños que parecen tics y hacen a los rostros verse casi caricaturescos, traspiés que hace la lengua cuando la mente se pone nerviosa, posturas y expresiones de cansancio, cicatrices internas y externas, esas salpicaduras que dán personalidad y que otros -triste y equívocamente- tratan de convertir en un perfecto lienzo blanco.

Los defectos son reflejo de nuestra propia naturaleza imperfecta, pero a la vez, es ese mismo reflejo al que lleva a tantos a dar traspiés huyendo del reflejo de su propia imperfección, tratando así, de correr tras semidioses, de hacer una carrera por intentar mejorar y perfeccionar a otros seres, con el triste resultado de volverlos guiñapos que lucen todos igual, o que cuando pase el tiempo nada de lo que se hayan enamorado siga allí... pero ¿para qué enamorarnos de dioses inalcanzables, que cuando les tengamos cerca nos quemarán o con cualquier inclemencia del tiempo sólo se desmoronarán?

El defecto es un valor, ahí tenemos la Torre de Pisa, ladeada, pero tan bien construída que no por eso se vá a caer; en cambio, la equivocación ya es diferente, pues es ésta, una acción errática; el comportamiento perfecto y la apariencia ideal es sólo una decoración temporal e ilusoria... Opto entonces por el valor de enamorarse de los defectos, de las peculiares cualidades que no se borran, con la promesa de quererse siempre, declarándose un "tú defectuoso y yo también".

jueves, 17 de mayo de 2012

La rabia encubierta

Ésto no es un consejo, es una forma de acercarse a la realidad, un compartir de la misma experiencia que el escritor de ésta artículo ha escrito.

A veces creemos que queremos a alguien y que ésta persona nos quiere o al menos le debemos agradar para tratarnos sin obligación, pero resulta que hay algo en nosotros que hace que nos comportemos de manera terrible y atroz con ésta persona, como si tuviesemos una dualidad -emocional y conductual- hacia dicha persona, algo que está ahí, latente, pero que no decimos, porque si lo decimos no haría diferencia alguna, seguro que la culpa es de uno, seguro estamos siendo ciegos, seguro nuestra mente se lo inventa, seguro uno es el que tiene problemas, trastornos y demás cosas raras de esas que nos dicen los sicólogos... seguro... seguro que nos estamos autoengañando y alimentando la rabia encubierta.

¿Cuántas veces nos dicen que nos aman? Lo maravillosos que somos, ¡que nadie nos quiere así! si, en definitiva: nadie quiere así; el desinterés que sentimos de dicho ser hacia nuestra persona y lo que decimos, pensamos, sentimos y mostramos parece absolutamente invalidado cada vez que nos restriegan ese profundo amor, admiración, aprecio y demás cosas así... Dando paso a ésta rabia intermitente, corrosiva, desventurada y calamitosa, que poseemos cubierta de flores que posan sus tallos sobre nuestra cáustica ira, oculta e inconsciente y aún así mucho más mordaz que nuestras rabias visibles y palpables.

La rabia suele ser como un fenómeno dantesco, de proporciones sobrecogedoras y de un infierno terrenal, más aún así con la ¿maravillosa? rabia encubierta resulta pues incomprobable y lo mejor es que podemos decir que es obra de la imaginación de los otros, librarnos de la culpa, y lo peor es que no podemos decirla explícitamente y a veces se anda sin saber que es lo que precisamente nos han hecho que no podemos pasar, no podemos perdonar, y no podemos perdonar por algo... la otra persona jura que no hizo nada u ofreció una disculpa falsa, de esas en que uno también tuvo la culpa, así estuviese dormido, o de que uno se lo buscó, o de esas que se dán por sobreentendidas con un regalo y una cara bien lavada.

Para ser una rabia encubierta como tal, debe manifestarse en episodios hirientes pero no tangibles, en segundos de rabia y veneno puro, pero hay algo: ¿cómo llegamos a escupir veneno no siendo parte el veneno de nuestra naturaleza?, hemos sido heridos por una casi mortífera ponzoña que nos agredió nuestras concepciones, nuestro amor propio, nuestra identidad, nuestros gestos y casi fallecemos; pero como no fallecimos y dado nuestro sentir anulado, no podemos hacer nada, pero eso... eso sólo alimenta a la bestia.

Plagados por dicho mal que nunca fué sanado empieza a enconarse nuestra herida silenciada, para convertirse en la nada silenciosa rabia que se solapa en ataques a la otra persona sobre motivos vanos, discutiremos temas fútiles para no hablar de los importantes, daremos excusas ficticias para ocultar la aflicción que nos fuese causada en la realidad, aflicción que nunca se nos dejó expresar, que nos negamos a aceptar, porque resulta que "nos quieren" o "no se dieron cuenta" o "se les olvidó" o "todos tienen sus errores" o demás excusas vacías.

La culpa no es de quien alberga dicha rabia, bueno, al menos no totalmente; nos negamos a confrontar porque no tenemos argumentos aparentemente válidos, por temor a que nos dejen de "querer", porque se nos van las palabras, porque el tormento retumba en nuestra mente y no tendremos nada que decir; resulta que si tendremos algo que decir y no va a ser precisamente una excusa, va a ser el motivo real del daño que fuese causado.

Suena trillado, decir que la repuesta está dentro de uno, pero si, ahí está, y si uno se equivocó está bien que lo acepte, pero liberar a los demás de sus culpas, no nos hace mártires, nos hace zombies que mataran todo a su paso para obtener su energía básica, nos hace en fin jodernos a nosotros mismos. Suena más trillado aún decir: si le molesta sáquele de su vida, pero resulta que hay quienes siempre estarán en nuestra vida, así sus cuerpos fallezcan, así se vayan a otros países, así no les veamos más; entonces si no queremos o no podemos sacarle (esa sería la opción más lógica y recomendable, pero no por ello la más realista y aplicable), pues no lo hagamos si no queremos o podemos pero encaremos el mal y decídamos de una vez si queremos seguir así, escupiendo ácido a nuestro paso -y salpicándonos a nosotros mismos, de hecho- o enfrentar a la persona, o despegarnos, o decidir que ya no tendremos más apego emocional a quien causa nuestros problemas.

Sea feliz... si quiere, si puede y si lo dejan... y si no, al menos intente estar en paz consigo mismo/a.