O de como el cigarro mata...
Me hubiese gustado decir que me fumé el cigarro, para fumarme la vida, para pasar la mañana fría...
La verdad es que fumaba para despertarme y para dormir, para desesperezarme y para embotarme en los momentos de desgano, para inspirarme y para parar tanta inspiración, para no tener hambre y para abrirme el apetito, para salir de casa y porque ya iba llegando, para tomar fuerzas y también para retirarme.
El cigarro me besaba, oía mis quejas y me quemaba los labios, así como también los pulmones y la garganta...
La verdad es que el cigarro tuvo la última palabra, me dió mi acostumbrado beso, pero éste era un beso de despedida, fué rapido y yo no lo supe distinguir, como el que no sabe distinguir tipos de sonrisas o tipos de llanto, yo iba cruzando la calle, entonces cayó, un beso apresurado, acto seguido al piso, bajé la mirada al piso a verlo, se llevó a su enamorado que le daba vida y le consumía: al encendedor, a éste también lo ví caer, y me quedé viendo, iba a agacharme, no ví al camión, no lo oí, todo se detuvo...
Y así es como el cigarro mata.
"No fume el cigarro es nocivo para la salud" me advertían.
Pero yo le digo: vea la calle al cruzar, no deje que su amado o la caída de su amante le haga caer y llevárselo, no dé consejos no pedidos que Ud. tampoco pondría en práctica, es nocivo para la salud y para la paz mundial.