miércoles, 16 de octubre de 2013

Impostura y compostura

Es verosímil lo que quiere creerse por ser su atavío correcto y su comportamiento adecuado, correcto y adecuado para el espacio-tiempo donde se esté, para la concepción y consideración interna que se tenga de ésto.

Como cuando se vende con una fotografía apetitosa la pestilencia, intoxicándose así en el deseo quien lo consume, para así consumirse, artífices y verdugos de un veneno que pinta ser feliz.

Como cuando se sigue confiando en un remedio recetado que no ayuda y sólo enferma, pero es entonces el enfermo el culpable de no poderse curar, aferrándose a lo que le hace sentirse seguro, aunque esté cada vez más endeble.

Las flores del desvarío

A veces... me siento tan enamorado, veo las plantas, siento la brisa, veo la luz del día, y estoy extremadamente contento, como si pronto fuese a ver algo, a alguien, y entonces quiero contarle todo, quiero que vea exactamente el mundo que yo puedo percibir.

A veces... me descubro con cada sentido despierto, a pesar de estar ya completamente apagado, es como si una ola me revolcara, y no me cabe tanto sentimiento, pero entonces aunque estoy lleno, y me sumerjo ebrio en una risa tonta, no puedo recordar porqué.

A veces...  me quedo atrapado en esa voluptuosidad de puntillas de las piezas de Fauré a medianoche, en esas salvajes flores danzantes de Paul Klee, en ese amparo que tienen las sonrisas francas, que nunca que veo, que sólo puedo recrear como un collage mental, con retazos de lo que he percibido, sin ya recordar en dónde.

A veces... me asombro, pues pienso que no es mío, sino algo más que está en el aire, brotando al azar sin patrón alguno, y así pues como de todo me enfermo, sin conocer el motivo, me enamoro como en un desvarío, que no busco, pero tampoco rehuyo, como si viniese solo, fuera de mí, para volverse mío.


martes, 15 de octubre de 2013

Confundiendo al extranjero

Me confundes, soy alguien más: porque eso es lo que necesitas,
Soy entonces a tí: un payaso, un sereno, un santo, un obsceno.
Me confundes, soy un antojo del lugar al que acudir requieres,
Soy entonces a tí: playa, sótano, iglesia, presidio, cielo, escuela.
Me confundes, soy una extensión de un espíritu que recuerdas,
Soy entonces a tí: miedo y espectro, abrazo de soneto perdido.
Me confundes, soy inicuo objeto que en el momento requieres,
Soy entonces a tí: un escupitajo, un tintero, un reloj dormido.

Me confundes, pues voy sin más que una austera presentación,
Voy aquí pues... con el carnet de un extraño en cualquier lado.
Me confundes, pues voy sin más identidad que mi propia canción,
Voy aquí pues... con motor de brisa que me hace rodar rápido.
Me confundes, pues tratas de buscar en el mapa mi dirección,
Voy aquí pues... como nómada sin casa fija, ni hogar conocido,
Me confundes, pues tratas de buscarme lejos estando yo aquí,
con una frenética brújula inconexa a los polos de éste mundo.

Me confundo, cuando ves tanto: todos los lugares se parecen,
Pero sé que cargan el peso de un relato y un espíritu distinto.
Me confundo, cuando parecióme ver a un extraño conocido,
Pero pregunto si era entonces algún otro extranjero eterno.
¿Alguien diferente vestido de nativo para pasar desapercibido?
Pero tal vez entonces como te confundes tú, yo me confundo,
Sólo por el deseo, en el deseo de conocer lo que yo necesito,
Confúndese entonces cada quien, extraviado en su sin sentido.

domingo, 6 de octubre de 2013

El séptimo día

Dicen que el séptimo día, quien creo ésta creación que habitamos todos los seres y todas las moléculas se acostó a descansar, más el descanso del agua no significó nunca su estancamiento... pues entonces cada cosa que había sido creada, siguió creando por sí misma.

¿Dónde está nadie?

Esa noche nadie vino a cenar. Ese día por la mañana nadie lo había visto. Estaba su casa vacía, como un cajón blanco carente de adornos, estaba el aire carente de aromas, de calor o de frío, pero tenía guardados en los bolsillos la diversidad unida como un carrete de hilo.

Nadie llegaba. De igual forma: Nadie había sido invitado.

-Yo soy al que nadie quiere -exclamó repentinamente el dueño de la casa cajón blanco- nadie vendrá, nadie.

Y entonces nadie apareció, se dió la vuelta pues sintió un ruido y se dió cuenta que nadie estaba allí, que nadie era su compañía.

Y nadie llegó y nadie se lo llevó.

Una parte siguió allí, y la otra marchóse con nadie.

viernes, 4 de octubre de 2013

Rompimiento

Rompe los ideales...
¿No ves que te dejan a merced de la tempestad?

Rompe las tradiciones...
¿No ves que arrastran tu cabeza tras la carreta?

Rompe los preceptos...
¿No ves que es inútil venerar lo que no te respeta?

Rompe la expectativa...
¿No ves que si no se cumple te romperá a tí?

Rompe los preconceptos...
¿No ves que te atan a una versión de un mundo yerto?

Rompe el pasado...
Pero no te rompas tú... Sé libre... Sé viento.


jueves, 3 de octubre de 2013

Los rostros del sufrimiento

Es que el sufrimiento si no te dá cara de santo, te dá cara de loco, y la verdad... es que a veces no le veo la diferencia.

Día y noche

El día es una promesa... una promesa de romperse el día a sí mismo... una promesa destellante que ciega.

La noche es tierra de nadie... sin explicaciones... sin tener que dar la cara al mundo... pero donde los que no tienen cara salen igual.


El fumador empedernido

O de como el cigarro mata...

Me hubiese gustado decir que me fumé el cigarro, para fumarme la vida, para pasar la mañana fría...

La verdad es que fumaba para despertarme y para dormir, para desesperezarme y para embotarme en los momentos de desgano, para inspirarme y para parar tanta inspiración, para no tener hambre y para abrirme el apetito, para salir de casa y porque ya iba llegando, para tomar fuerzas y también para retirarme.

El cigarro me besaba, oía mis quejas y me quemaba los labios, así como también los pulmones y la garganta...

La verdad es que el cigarro tuvo la última palabra, me dió mi acostumbrado beso, pero éste era un beso de despedida, fué rapido y yo no lo supe distinguir, como el que no sabe distinguir tipos de sonrisas o tipos de llanto, yo iba cruzando la calle, entonces cayó, un beso apresurado, acto seguido al piso, bajé la mirada al piso a verlo, se llevó a su enamorado que le daba vida y le consumía: al encendedor, a éste también lo ví caer, y me quedé viendo, iba a agacharme, no ví al camión, no lo oí, todo se detuvo...

Y así es como el cigarro mata.

"No fume el cigarro es nocivo para la salud" me advertían.
Pero yo le digo: vea la calle al cruzar, no deje que su amado o la caída de su amante le haga caer y llevárselo, no dé consejos no pedidos que Ud. tampoco pondría en práctica, es nocivo para la salud y para la paz mundial.


Siete cuentos cortos para un amor eterno

El alucinador

Un hombre cayó en una caja de alucinaciones, y se enamoró de la luz y la reverberancia de cada una de sus alucinaciones, de como brillaban en el espacio y se transformaban unas en otras, de como su amante se transformaba constantemente y lo transformaba a él, y a su deseo lo mantenía siempre vivo, siempre honesto, siempre atónito y extasiado deseando por más.
Entonces la luz lo vió, y lo deseó, lo deseo con su esencia que se transformaba, y la luz se lo tragó, y el hombre nunca más despertó en una tierra oscura, pues la luz se lo había comido.

Luz de sol

Las sombras bailaban por la mañana, las aves del paraíso estaban contenidas en cada rayo, se preparaban las muchachas para ir al río, los muchachos las vén de lejos, se ríen, como si vieran seres de otro mundo, de un color distinto, de un color distinto al de ellos, piensan en conquistarlas, creen que tendrán tiempo, las muchachas simplemente se bañan y se ríen con sus cánticos incomprensibles, no se dán cuenta de la hora, pero llega la tarde y se vá el sol, ellas continúan jugando allí, ellos continúan viéndolas a distancia; aunque ya cada uno se haya ido a su casa, como si de una reverberancias en aquel lugar, que luego se asienta a placidez en la memoria se tratara, todo lo que queda ahí, una risa de aquella adolescencia, que se extiende por siempre, por siempre como la energía, como la energía en la luz del sol que juega clara con las plantas y con el río.

Misterio

Mientras el cuerpo, quiere mantener ese jueguito que cuando no se acompaña de nada más y al repetirse monótamente sin cambio, cansa a la esencia; mientras que el cerebro, busca nuevas formas de mantener el contacto, es el dictador y el sirviente de las demás partes; mientras que la lengua, con su palabra aguda ó grotesca, suave y  romántica, busca atravesar e impresionar... Las almas que son las que pueden ver, almas cuando cuando se conocen y se reconocen entre sí, se escapan de los cuerpos, de las mentes, de las lenguas; las almas se fugan en el momento justo, en el segundo más álgido se desdoblan y se evaporan, dejando al cuerpo en su embriaguez, dejando al cerebro con el recuerdo, dejándonos con una copia interna, que sólo disimula al vacío en su intento de simularse a sí misma, entonces llega un alma nueva por encargo, como si todo se hubiese recuperado, pero con la sensación inequívoca de que ya no se es el mismo, mientras que el alma antigua sigue en su juego eterno y placentero por los confines del universo, sin tiempo marcado.

Veneno

La serpiente como todo aquel conocimiento que embelesa y vuelve loco, el veneno como todo aquello que sin matar aparentemente, te expulsa del paraíso, del paraíso de toda inocencia, de toda ignorancia de estar despierto, que te dá consciencia de lo que está, y así también de lo que ya no es, o conciencia, peor aún, de lo que nunca fué. Y el veneno es eterno, pues se adhiere al ADN y cada veneno es distinto, con sus propias variaciones, que atraen por un especial almizcle, por un especial canto, por una especial risa, y dejan ofuscado, y con un terrible llanto, un llanto que se extiende y comienza desde el nacimiento, a menos que se nazca dormido, inconsciente y con el veneno entre la boca, de esa cuestión que tenemos de amar lo que nos llega por los sentidos, por los símbolos internos que cada cosa tiene, por las vibraciones, por los pensamientos, por lo que sea... pero el veneno es eterno, llegas envenenado, te desatan el veneno, y ríes... ríes loco, en tu consciencia o en tu insconciencia, intensamente enamorado del concepto de un amor eterno.

Liberación y condena

Pasa, que al tiempo al que todo llega, el ser se enamora, y allí se libera de su centro todo un enredijo de substancias que le enloquecen, condenándole a sentir; también pasa que cuando se enamora, a veces se reproduce, pero lo que pasa siempre es que muere, puede morir de viejo, y puede a veces morir poéticamente de amor, pero cuando es literalmente y muere el cuerpo, ya el ser ha muerto antes, en su estallido contra la realidad, contra la gravedad, contra el piso... y así quedando doblemente liberado... desatado de tanta condena.

Pasa, que al tiempo que pasa la pena de amor, en la que el ser se resquebraja y deja ver sus entrañas y tejidos etéreos, cuando pasa ésto, cae una condena que algunos aceptan con contento, otros le reniegan, otros se esclavizan tras tras el recuerdo de lo que se liberaba, tras y son éstos, los que reniegan y se esclavizan los que quedan doblemente condenados.

Entonces el amor es un proceso constante de liberación y condena, el cual pasa entre los individuos, donde se liberan sentimientos, pociones químicas y hasta mágicas, palabras y actos, que llevan eventualmente a la condena de estar conectados a otro individuo, para luego llegar a una nueva liberación, dándose paso así a un eterno ciclo.

El redentor

Un beso empapaba al durmiente, se despertó brillando, quedó redimido de redentores falsos, se descubrió enamorado sin saber de qué, como una sensación intermitente que le redimía una y otra vez.

Oasis

El oasis es corto, porque la estadía en el oasis nunca es permanente para el viajero, excepto para sus habitantes, pero para ellos más que un oasis es su casa, agua y vegetación en la mitad del desierto, así como alguna vez el que viaja a través de la vida, encuentra en medio de tanta resequedad momentos de felicidad, esos son los que se extienden en la memoria, como el amor eterno se extiende en el espacio, con los diferentes seres que lo viven, pues así en algunos de esos seres llegue a su fin, o la muerte les corte su estadía, el oasis es eterno.

martes, 1 de octubre de 2013

Viajando sentado en el mismo sitio

- Mamá juega conmigo.
- Imagínate a alguien y juega con ese alguien.

- Mamá cómprame eso.
- Imagínate que lo tienes.

- Mamá llévame a pasear.
- Pasea con la imaginación.


Y así, en lo que puede parecer algo a primera vista cruel o quizás risible, me regalaron algo: imaginar... no por eso iba a tener alguien que jugase conmigo, ni lo que yo quería, ni tampoco lo que necesitaba, pero me regalaron un boleto con el que podía ir a donde quisiera, y como la vida me pesaba tanto, como un grillete amarrado a los pies, entonces pues, para hacerla más ligera, más llevadera, me despegue del piso con la mente, me fuí a pasear a sitios que no existían, mezclé todas las fotos de esas revistas y de esos periódico que me gustaban, en un mismo planeta, construí un mundo y entonces tenía paso libre a desplazarme cuando quisiera, por donde quisiera, con rumbo o sin éste, pero siempre viajando...

Y así, la vida en lo sucesivo, se hizo más pesada, pero la capacidad de viajar se hizo más fuerte, y aunque sentado era sólo un testigo, un tipo escondido en una bolsa de papel, comencé a dirigirlos, a ver lo que los demás no veían, comencé a adivinarles la cara, a leerles por las hendiduras por las que todos se cuelan y eventualmente se desparraman cuando ya no pueden contenerse, y muchas veces me lo veo venir, pero me callo, porque el que viaja, el espectador, el lector de todo lo que hay, el narrador del mundo, debe mantenerse en silencio, no puedes abrirles la jaula que consideran su casa... sólo puede seguir viajando.