Comienzo ésto como un recordatorio personal, así como una reafirmación sobre el porqué hacemos las cosas, pues aunque motivos para hacer las cosas hay muchos, desde necesidades y deseos, ya sean las necesidades más básicas o las más sublimadas, los deseos más espirituales hasta los más mundanos como el deseo de dinero, sí, dicho sea cándidamente
como el niño que cuando le preguntan que quiere ser cuando sea grande
dice: "yo quiero ser rico" o como el que dice "yo quiero ser famoso",
pues no están contando profesiones, sino resultados... otras veces el hacer algo porque durante su hacer sería de gusto y satisfacción personal... a veces el hacer algo es producto de una o varias acciones involuntarias, a veces es ejercicio de la voluntad... el motivo que yo necesito es el mío, necesito recordar bien, y desde la premisa anterior sobre la voluntad comienzo...
Según Aristóteles el amor era obrar, era hacer, era actividad... es la voluntad entonces la que me impulsa a escribir, al menos eso parece que redescubro, pero debe el mecanismo de la voluntad tener una palanca que la impulse, si tomo conclusiones apresuradas, sea dicho entonces que soy entonces un hombre carente de voluntad, sí, podría ser; pero recuerdo que una vez le dije a alguien que estando cansados en medio de la nada, no nos movemos si no encontramos motivo, así como el cazador reserva energías en el invierno, sólo se mueve cuando vé a su presa, o cuando lo que ama o necesita está en juego... entonces sólo escribo cuando hay motivo, cuando hay algo que impulse la palanca, cuando hay algo que cazar...
Cuando era pequeño escribía, escribía sobre otras dimensiones y procedía a "hacer películas" tomando de base el proto-guión; hacía mis películas que nunca grabé, para ese entonces para mí el concepto de hacer una película no se centraba en el "film" como objeto, ni en rodajes de secuencias, para mí hacer una película, era hacer una historia, era tener algo que contar, utilizaba muñecos de actores, osos que eran desde caníbales, dioses interespaciables, sacerdotes, muros, hasta cestas que eran globos aerostáticos, escenarios de aluminios, mecates, pabilos y retazos de cosas que ya no se querían más... y para mí, eso era hacer una película, no era proyectarla, pero con el tiempo a uno se le vá olvidando... deja de escribir, deja de hacer películas... y deja de tener que contar, que cazar, porque la actividad se vá desluciendo con los traspiés, y la voluntad se vá terminando como se ván desinflando los globos de cestas.
Leí en mi infancia todo lo que conseguí, al mismo tiempo que escribía y "hacía películas" (queda ya aclarado el concepto), pero después los libros dejan de ser reales, y pasan a ser meramente "animosos" y sin feedback, con realidades que no tienen nada que ver con la nuestra, porque todo hay que traducirlo, y deformarlo, y yo, yo siempre quise algo que hablase de mí, de más está que he desdicho muchas veces de leer, y hasta de escribir... porque ¿para qué hacerlo si no hay motivo?
Creces, te enamoras, escribes cartas y cuentos que no ván a ningún lado, dicho sea de paso que lo acepto, cuentas chistes fuera de lugar, te puedes dar con una piedra por los dientes, y a la final, la memoria se vá saturando y se desordena, se superponen hechos viejos sobre hechos nuevos, se desluce lo brillante, y se torna rabiosamente fulgurante lo que se preferiría olvidar... Ya no creces, sólo envejeces, aunque aparentemente sigas joven, no te acuerdas de adonde ibas, no te acuerdas que querías, no te acuerdas que soñabas y entonces dices, porque hago lo que hago, o mejor: ¿por qué ya no lo hago más?
Vuelve la memoria a tocar a la puerta, recuerdo porque hace uno o dos años volví a escribir, no había nadie, podría ser cualquier día del año, pero es como si fuese invierno, no hay nada que cazar, todos están dormidos, pero tú no puedes dormir, y entonces comienzas a recordar cualquier cosa, la memoria te lanza un recuerdo, inicialmente parece accidental, azar, lo piensas y lo extiendes, lo extiendes bien y te arropas con eso, te acuerdas bien y entonces vuelves a la realidad, busco el teléfono y el número y mando un mensaje de agradecimiento, que si se viesen los motivos reales más que de agradecimiento es mensaje de auxilio disfrazado de gracias por aquel buen día y esos buenos minutos de conversación...
La memoria sigue desordenada, te acuerdas de aquel mal día de trabajo, de alguien que te habló y te regaló unos buenos minutos, y recuerdas lo extraño que es la amabilidad humana, y entonces como tu cerebro lo sabe cálido te lo envía, hay quien dice que así se idealiza, pero no, no yo, bien sé que los ídolos tienes pies de barro... Recibes un mensaje: "¿quién es?", ya no te acuerdas de lo que le dijiste, pero el nombre no fué, y te responde, y de eso sí te acuerdas claro "pero lo importante es que eres, eres sin saberlo quizás un gran cronista"... y te regala demás palabras cálidas porque te acordaste y aún se acuerda de ese día, y entonces a la final te la remata con que tiene la seguridad de que "éste alguien deber estar realizando algo provechoso"... y entonces te dás cuenta que no, que no estás haciendo nada provechoso, sino trabajos sin sentido, que ni siquiera te gustan ya... y entonces revientas y te dá pena (pena contigo mismo), tanta pena que esa misma noche te sientas a escribir, a hacer algo que sabes hacer bien...
Ayuda a mi memoria su camisa blanca, puesto que no tengo
memoria para los colores, rápidos se decoloran en mi memoria, sólo
gestos y formas perduran más, te acuerdas entonces de la pared, de la hora, de como se veía el sol, del cansancio del trabajo, te acuerdas de ese momentos, y se repite como serigrafía, única y con detalles más o detalles menos cada vez, y se extiende tanto... y ves que escribes puras crónicas deshechas y que sólo escribes como si te lo dictaran, porque quien te dicta es la memoria.
Más que creación, lo mío es simple memoria, porque sí, soy un
cronista, hasta todos mis poemas son una crónica, una crónica en
metáfora, y entonces enamorado los muestras como un niño mostrando sus dibujos, pero ya tampoco te acuerdas de lo que sentías, ni sabes a quien mostrárselos, y ya no hay chances de segundas llamadas y te prometes no interferir, y haces como si estuvieses mudo, pero sigues escribiendo, sobre aparentes extraños que ven cualidades en nosotros que ni nosotros, ni cualquiera que tengamos cerca pueden ver... y escribes sobre cualquier cosa, porque todo toma sentido de nuevo, las composiciones que te mandaba la maestra... hasta describir objetos y personas tiene sentido de nuevo, pero mi problema versa en que siempre necesité un destinatario... ese era otro accionante de la palanca.
A veces me pregunto que sería hacer poemas y cuentos, y enviarlos a destinatarios anónimos... enamorarse enloquecidamente de cualquier día o cualquier cosa y escribir sobre eso, darme cuenta que mis únicos motivos para moverme son destinatarios, y como la memoria es desordenada, llena de duendes que cambian las cosas de sitio, la que tiene tesoros pero también temores -que están ahí, para que no vuelvas a caer en el mismo charco- te dices que haces con tantas palabras, tantos hechos desfragmentados que aún así no quieres que se te olviden, eso sería encontrarse en un barco sin recordar como se llegó ahí ni a donde se vá... y entonces escribes, más crónicas disfrazadas de guiones, de poemas, de prosa poética, de cartas, porque te dá miedo que se te olvide la voz de quien te recordó algo en lo que eres bueno y que te gusta hacer.
La memoria es lo que siempre quise, y pasé antes por otros medios considerados de "creación": fotografía y dibujo, pero allí nunca puedes en un mismo plano captar el registro de todos los sentidos en una misma toma, no puedes en el encuadre de una sola foto atapusar cada cosa, aunque me la paso rogando que sí, en una pintura sí, pero entonces debes agregar terceras cosas y pasa que lo deformas, te queda escribir para recordar más, para que todos se acuerden de caras y momentos que ya se me van borrando, pero ruego poder reconocer y seguir rogando que algún día tenga como rodar las películas pero ésta vez con cámara y film... como si pudiese dentro del pensamiento colocar una cámara para ver las fotos una y otra vez, como si así se fuesen a volver más tangibles.
Entonces así como ya recuerdas porque escribes, recuerdas también porque no escribes, y es por lo agotador que es enfrentarse a la memoria, memoria disoluta y amor como voluntad, al menos ya tengo ésto para acordarme, y bueno, aún tengo su número...