martes, 25 de septiembre de 2012

Una cena con amigos

Mi alacena está vacía, la cabeza me dá vueltas, la inspiración está dormida, la gracia está ausente.

Abro la puerta, sin que nadie llame a ésta, pero ellos ya están allí, Van Gogh con su botella de ajenjo bajo el brazo, Kafka con sus ojeras interminables, Cézanne con un ramo de flores sin contorno, los invito a pasar... Me hubiese arrepentido de no haber limpiado, pero ni me dí cuenta de si estaba sucio.

Kafka empieza a transformarse sobre mi sillón, ¡que honor como éste hombre cambia de forma sobre la silla de mi casa! y mientras más cambia, más se parece a él mismo... Van Gogh saca unos vasos de la alacena, sirve un trago y me invita, pero sin darse cuenta, se toma lo que me ha servido segundos antes, me dibuja unos girasoles en la pared, se dirige al piano, y cuando empieza a tocarlo, con cada nota inyecta tinta a distancia a los pétalos y a las hojas, al tallo y a su centro de polen; con cada cambio rítmico les dá movimiento, los hace girar, la botella cerca del piano, a cada trago que sirve y me invita, se lo toma, acaba con la botella, pero yo sólo quiero ver a los girasoles, a la vida moviéndose y coloreándose en la pared con cada nota...

- ¿Otro trago? - me dice y me extiende el vaso vacío...

Dirijo entonces mis pasos a la cocina, veo que no hay más que botellas vacías, me asomo a la ventana de la cocina, veo a mis vecinos Man Ray y Duchamp, jugando a las charadas, jugando ajedrez con las estrellas y deconstruyendo su propia terraza, destruyéndola para crearla otra vez desde la nada... Aún no he mencionado nada, y de repente me estiran una botella de rompecabezas, es un nuevo ready made, que sólo se arma cuando se desarma, y que estando de cabezas se reconstruye...

De nuevo en el apartamento voy caminando de manos, la botella vá flotando imantada por mis pies elevados pero sin tocarlos, doy una vuelta y entonces cae en mis manos, coloco la botella en la mesa, Cezanne me asesina con su mirada pacífica, pero lo distraigo, y le hago un pincel con un mechón de mi cabello, e improviso el mango con un bastoncillo de madera.

Cézanne pinta a las vecinas de alacena vacía y caras de plácida simpleza, les dá color a una vida que él les inventa con su dimensión de color.

Kafka sobre las sillas se mueve como mantis religiosa, le ofrezco pan con miel y leche pasteurizada...

-Hay más que suficiente -le digo, mientras me mira con sus ojos gigantes.

Me asomo a la ventana de la sala y veo ventanas a otra dimensión, flotando, las estrellas que ya muertas aún llegan aquí en su brillo y tintinean en ese Eúfrates infinito de las constelaciones, estoy absorto, voy y me sirvo ostras, y al abrirlas encuentro estrellas nuevas dormidas, aún soñando... entonces me alimento de luz, mientras espero.

Huelo girasoles regados con ajenjo, veo a mis vecinos hacerse bromas y contradecirse, pintar nuevas formas en nos reímos en un lienzo invisible, me pierdo en la belleza vaga salvaje e inocente de las vecinas que pinta Cézanne, uso mis binoculares integrados a mis ojos, levanto los pies y levanto vuelo, creo a partir de lo percibido, y mi creación me vuelve a crear a mí, me recrea una y mil veces, nos reímos en nuestra taverna iluminada por espirales. No tengo miedo. Estoy lleno. Estoy satisfecho.

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