Éste es un impulso que nunca existió como tal, como el niño que muere antes de siquiera ser idea, y que por ende no muere entonces, pues nunca estuvo vivo.
Ésta es la historia de una bala, de una flecha envenenada, de un caballo desbocado, de una llamada a las tres de la mañana, de un vehemente beso, de un grito maniático y que no acerta a la razón... de todo eso que no nació.
Éste es un impulso, pero un impulso llamado así sólo para efectos de mayor comprensión, pero que para efectos de lo que es nunca existió.
Ésta es la historia de un concepto que nunca hubo de teñirse con su propia sangre, que nunca se le autorizó el quitar el juicio de los seres que estuvieran allí, pues se murió ahogado sin siquiera darse cuenta.
Éste era un impulso caústico a la piel humana, un impulso que se gestaba en el fondo de los volcanes, que dormía bajo la lengua de las serpientes, que succionaba la vida desde el cálamo del vestido de los gorriones.
Ésta era una historia que no tenía historia, que se alimenta de todas las desgracias que sus hermanos que si llegaron a destino hicieron, que mora en la alegría de los recién nacidos y las rojas chupetas de las colegialas.
Éste es un impulso que nace en la médula, más abajo del corazón, en la boca del estómago, pero que quema lo que vá más allá, como promesa colorida de héroe de comics para niños, de santo para desesperanzados.
Ésta es una historia más corta que la vida de una efímera, que no llega a herir a nadie, a nadie más que a sí mismo.
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