Ésto no es un consejo, es una forma de acercarse a la realidad, un compartir de la misma experiencia que el escritor de ésta artículo ha escrito.
A veces creemos que queremos a alguien y que ésta persona nos quiere o al menos le debemos agradar para tratarnos sin obligación, pero resulta que hay algo en nosotros que hace que nos comportemos de manera terrible y atroz con ésta persona, como si tuviesemos una dualidad -emocional y conductual- hacia dicha persona, algo que está ahí, latente, pero que no decimos, porque si lo decimos no haría diferencia alguna, seguro que la culpa es de uno, seguro estamos siendo ciegos, seguro nuestra mente se lo inventa, seguro uno es el que tiene problemas, trastornos y demás cosas raras de esas que nos dicen los sicólogos... seguro... seguro que nos estamos autoengañando y alimentando la rabia encubierta.
¿Cuántas veces nos dicen que nos aman? Lo maravillosos que somos, ¡que nadie nos quiere así! si, en definitiva: nadie quiere así; el desinterés que sentimos de dicho ser hacia nuestra persona y lo que decimos, pensamos, sentimos y mostramos parece absolutamente invalidado cada vez que nos restriegan ese profundo amor, admiración, aprecio y demás cosas así... Dando paso a ésta rabia intermitente, corrosiva, desventurada y calamitosa, que poseemos cubierta de flores que posan sus tallos sobre nuestra cáustica ira, oculta e inconsciente y aún así mucho más mordaz que nuestras rabias visibles y palpables.
La rabia suele ser como un fenómeno dantesco, de proporciones sobrecogedoras y de un infierno terrenal, más aún así con la ¿maravillosa? rabia encubierta resulta pues incomprobable y lo mejor es que podemos decir que es obra de la imaginación de los otros, librarnos de la culpa, y lo peor es que no podemos decirla explícitamente y a veces se anda sin saber que es lo que precisamente nos han hecho que no podemos pasar, no podemos perdonar, y no podemos perdonar por algo... la otra persona jura que no hizo nada u ofreció una disculpa falsa, de esas en que uno también tuvo la culpa, así estuviese dormido, o de que uno se lo buscó, o de esas que se dán por sobreentendidas con un regalo y una cara bien lavada.
Para ser una rabia encubierta como tal, debe manifestarse en episodios hirientes pero no tangibles, en segundos de rabia y veneno puro, pero hay algo: ¿cómo llegamos a escupir veneno no siendo parte el veneno de nuestra naturaleza?, hemos sido heridos por una casi mortífera ponzoña que nos agredió nuestras concepciones, nuestro amor propio, nuestra identidad, nuestros gestos y casi fallecemos; pero como no fallecimos y dado nuestro sentir anulado, no podemos hacer nada, pero eso... eso sólo alimenta a la bestia.
Plagados por dicho mal que nunca fué sanado empieza a enconarse nuestra herida silenciada, para convertirse en la nada silenciosa rabia que se solapa en ataques a la otra persona sobre motivos vanos, discutiremos temas fútiles para no hablar de los importantes, daremos excusas ficticias para ocultar la aflicción que nos fuese causada en la realidad, aflicción que nunca se nos dejó expresar, que nos negamos a aceptar, porque resulta que "nos quieren" o "no se dieron cuenta" o "se les olvidó" o "todos tienen sus errores" o demás excusas vacías.
La culpa no es de quien alberga dicha rabia, bueno, al menos no totalmente; nos negamos a confrontar porque no tenemos argumentos aparentemente válidos, por temor a que nos dejen de "querer", porque se nos van las palabras, porque el tormento retumba en nuestra mente y no tendremos nada que decir; resulta que si tendremos algo que decir y no va a ser precisamente una excusa, va a ser el motivo real del daño que fuese causado.
Suena trillado, decir que la repuesta está dentro de uno, pero si, ahí está, y si uno se equivocó está bien que lo acepte, pero liberar a los demás de sus culpas, no nos hace mártires, nos hace zombies que mataran todo a su paso para obtener su energía básica, nos hace en fin jodernos a nosotros mismos. Suena más trillado aún decir: si le molesta sáquele de su vida, pero resulta que hay quienes siempre estarán en nuestra vida, así sus cuerpos fallezcan, así se vayan a otros países, así no les veamos más; entonces si no queremos o no podemos sacarle (esa sería la opción más lógica y recomendable, pero no por ello la más realista y aplicable), pues no lo hagamos si no queremos o podemos pero encaremos el mal y decídamos de una vez si queremos seguir así, escupiendo ácido a nuestro paso -y salpicándonos a nosotros mismos, de hecho- o enfrentar a la persona, o despegarnos, o decidir que ya no tendremos más apego emocional a quien causa nuestros problemas.
Sea feliz... si quiere, si puede y si lo dejan... y si no, al menos intente estar en paz consigo mismo/a.
A veces creemos que queremos a alguien y que ésta persona nos quiere o al menos le debemos agradar para tratarnos sin obligación, pero resulta que hay algo en nosotros que hace que nos comportemos de manera terrible y atroz con ésta persona, como si tuviesemos una dualidad -emocional y conductual- hacia dicha persona, algo que está ahí, latente, pero que no decimos, porque si lo decimos no haría diferencia alguna, seguro que la culpa es de uno, seguro estamos siendo ciegos, seguro nuestra mente se lo inventa, seguro uno es el que tiene problemas, trastornos y demás cosas raras de esas que nos dicen los sicólogos... seguro... seguro que nos estamos autoengañando y alimentando la rabia encubierta.
¿Cuántas veces nos dicen que nos aman? Lo maravillosos que somos, ¡que nadie nos quiere así! si, en definitiva: nadie quiere así; el desinterés que sentimos de dicho ser hacia nuestra persona y lo que decimos, pensamos, sentimos y mostramos parece absolutamente invalidado cada vez que nos restriegan ese profundo amor, admiración, aprecio y demás cosas así... Dando paso a ésta rabia intermitente, corrosiva, desventurada y calamitosa, que poseemos cubierta de flores que posan sus tallos sobre nuestra cáustica ira, oculta e inconsciente y aún así mucho más mordaz que nuestras rabias visibles y palpables.
La rabia suele ser como un fenómeno dantesco, de proporciones sobrecogedoras y de un infierno terrenal, más aún así con la ¿maravillosa? rabia encubierta resulta pues incomprobable y lo mejor es que podemos decir que es obra de la imaginación de los otros, librarnos de la culpa, y lo peor es que no podemos decirla explícitamente y a veces se anda sin saber que es lo que precisamente nos han hecho que no podemos pasar, no podemos perdonar, y no podemos perdonar por algo... la otra persona jura que no hizo nada u ofreció una disculpa falsa, de esas en que uno también tuvo la culpa, así estuviese dormido, o de que uno se lo buscó, o de esas que se dán por sobreentendidas con un regalo y una cara bien lavada.
Para ser una rabia encubierta como tal, debe manifestarse en episodios hirientes pero no tangibles, en segundos de rabia y veneno puro, pero hay algo: ¿cómo llegamos a escupir veneno no siendo parte el veneno de nuestra naturaleza?, hemos sido heridos por una casi mortífera ponzoña que nos agredió nuestras concepciones, nuestro amor propio, nuestra identidad, nuestros gestos y casi fallecemos; pero como no fallecimos y dado nuestro sentir anulado, no podemos hacer nada, pero eso... eso sólo alimenta a la bestia.
Plagados por dicho mal que nunca fué sanado empieza a enconarse nuestra herida silenciada, para convertirse en la nada silenciosa rabia que se solapa en ataques a la otra persona sobre motivos vanos, discutiremos temas fútiles para no hablar de los importantes, daremos excusas ficticias para ocultar la aflicción que nos fuese causada en la realidad, aflicción que nunca se nos dejó expresar, que nos negamos a aceptar, porque resulta que "nos quieren" o "no se dieron cuenta" o "se les olvidó" o "todos tienen sus errores" o demás excusas vacías.
La culpa no es de quien alberga dicha rabia, bueno, al menos no totalmente; nos negamos a confrontar porque no tenemos argumentos aparentemente válidos, por temor a que nos dejen de "querer", porque se nos van las palabras, porque el tormento retumba en nuestra mente y no tendremos nada que decir; resulta que si tendremos algo que decir y no va a ser precisamente una excusa, va a ser el motivo real del daño que fuese causado.
Suena trillado, decir que la repuesta está dentro de uno, pero si, ahí está, y si uno se equivocó está bien que lo acepte, pero liberar a los demás de sus culpas, no nos hace mártires, nos hace zombies que mataran todo a su paso para obtener su energía básica, nos hace en fin jodernos a nosotros mismos. Suena más trillado aún decir: si le molesta sáquele de su vida, pero resulta que hay quienes siempre estarán en nuestra vida, así sus cuerpos fallezcan, así se vayan a otros países, así no les veamos más; entonces si no queremos o no podemos sacarle (esa sería la opción más lógica y recomendable, pero no por ello la más realista y aplicable), pues no lo hagamos si no queremos o podemos pero encaremos el mal y decídamos de una vez si queremos seguir así, escupiendo ácido a nuestro paso -y salpicándonos a nosotros mismos, de hecho- o enfrentar a la persona, o despegarnos, o decidir que ya no tendremos más apego emocional a quien causa nuestros problemas.
Sea feliz... si quiere, si puede y si lo dejan... y si no, al menos intente estar en paz consigo mismo/a.
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