- Nunca me han gustado los perros, bueno si, algunos perros de la calle, me les quedo viendo.
- ¿Por qué?
- Son como yo. Sin dueños, pero a la vez, nadie los ve, son los perros invisibles.
- Mira ese de ahí.
- Todos le pasan por el lado.
- Si, ni los otros perros de la calle saben que existen.
- Nosotros somos los de afuera.
- ¿Para qué queremos estar adentro? si ahí no hay nada que buscar.
Afuera hay más espacio, corremos a nuestras anchas, vamos a pie cuando nos cansamos y volamos cuando soñamos, que no nos dán mapas, nos perdemos, pero nos encontramos solos, somos los niños autocriados, y ni sin comida y ni sin cobijo, que consumimos nuestra propia vida terrena, que nos arropamos con las galaxias, y andamos sucios, violentos y que se nos ve la columna.
Adentro lo que no conocemos, que los hemos visto con nuestros ojos vidriosos a ellos desde afuera, pero los vemos a todos con gran detalle, pero estamos seguros, porque los de adentro no nos ven, que se nos ensangrentaron las manos cada vez que nos acercamos a la alambrada para verlos jugar y pertenecer, pero que nosotros inventamos juegos con la brisa y los jugamos mejor que todos.
Afuera donde es nuestro lugar pero que tampoco es nuestro, donde los desterrados correteamos, ni siquiera armamos grupo, pues el afuera es tan grande que pocas veces logramos cruzar nuestros caminos, a veces vemos a otros de los de afuera pero en un parpadeo desaparecen, no sabemos si fueron alucinaciones, o es que en en el afuera el tiempo se mueve distinto, tal vez porque el tiempo y movimiento pasa al mismo tiempo, y ésto es el lugar donde el viento es el único que se mueve, con los fantasmas de risas mudas.
Adentro donde están enterrados en vida con sus reglas y preceptos revisionistas, que quisimos entrar, que algunos de los de afuera al parecer nacieron adentro, pero no cabían allá y los mandan para acá, tal parece que los cuerpos en las calles se mueven en el mismo sitio, pero los de adentro y los de afuera van a distinto ritmo y con distintas caras, todos los de adentro se parecen, los de afuera ninguno se parece a otro, en la lejanía tenemos cosas en común, como que no proyectamos sombra en el piso, como un mediodía que se posterga al infinito o como una noche indisoluble.
Afuera no queremos historias de dolor y desarraigo, pues no extrañamos nada, no tenemos memoria, sólo fragmentos de una historia del universo, grabada en nuestra espalda y en nuestra frente espinas que ya no nos duelen, que se nos fijó una crónica asíncrona de las bocas de todos, pero de cosas que no vivimos, de infancias, de adolescencias, de adulteces que no tuvimos, pues es que aquí somos pero no existimos, he pues que nunca podremos morir, somos eternos en nuestro mundo sin pertenencias y donde no somos de nadie, ningún poder, pero al menos ninguna coerción sobre nosotros.
Adentro donde nos han querido domar, pero siempre mordemos, y somos más fuertes que el loco más loco, loco que en el afuera es libre,indoblegable, así en el adentro le exposen y lo confinen a jaulitas, y es que aunque se haya estado allí nuestra alma no creció allá, creció en el afuera, por eso no podemos caber en el adentro, lo reventaríamos; no hemos de extrañar lo que no se conoce, tal vez sólo la remembranza de algo que nos gustó imaginar como era.
Afuera, en la tibieza desecada de nuestra tierra donde no existimos, no crecimos allá, adentro donde los de afuera ya no sabemos como es, reiremos y jugaremos aquí en el afuera, que el adentro te quema la piel y te deja deforme cuando te resulte el alma ingente para ellos, nos cortarán y someterán, pero nos liberarán más en espíritu, que pueden dejarnos sin columnas, pero que la nación nunca se va, nuestras voces quedan en nuestra garganta y cuando gritamos somos el sonido que se confundirá con el ruido de lo masivo, pero volaremos más en el afuera y nunca regresaremos.
- ¿Por qué?
- Son como yo. Sin dueños, pero a la vez, nadie los ve, son los perros invisibles.
- Mira ese de ahí.
- Todos le pasan por el lado.
- Si, ni los otros perros de la calle saben que existen.
- Nosotros somos los de afuera.
- ¿Para qué queremos estar adentro? si ahí no hay nada que buscar.
Afuera hay más espacio, corremos a nuestras anchas, vamos a pie cuando nos cansamos y volamos cuando soñamos, que no nos dán mapas, nos perdemos, pero nos encontramos solos, somos los niños autocriados, y ni sin comida y ni sin cobijo, que consumimos nuestra propia vida terrena, que nos arropamos con las galaxias, y andamos sucios, violentos y que se nos ve la columna.
Adentro lo que no conocemos, que los hemos visto con nuestros ojos vidriosos a ellos desde afuera, pero los vemos a todos con gran detalle, pero estamos seguros, porque los de adentro no nos ven, que se nos ensangrentaron las manos cada vez que nos acercamos a la alambrada para verlos jugar y pertenecer, pero que nosotros inventamos juegos con la brisa y los jugamos mejor que todos.
Afuera donde es nuestro lugar pero que tampoco es nuestro, donde los desterrados correteamos, ni siquiera armamos grupo, pues el afuera es tan grande que pocas veces logramos cruzar nuestros caminos, a veces vemos a otros de los de afuera pero en un parpadeo desaparecen, no sabemos si fueron alucinaciones, o es que en en el afuera el tiempo se mueve distinto, tal vez porque el tiempo y movimiento pasa al mismo tiempo, y ésto es el lugar donde el viento es el único que se mueve, con los fantasmas de risas mudas.
Adentro donde están enterrados en vida con sus reglas y preceptos revisionistas, que quisimos entrar, que algunos de los de afuera al parecer nacieron adentro, pero no cabían allá y los mandan para acá, tal parece que los cuerpos en las calles se mueven en el mismo sitio, pero los de adentro y los de afuera van a distinto ritmo y con distintas caras, todos los de adentro se parecen, los de afuera ninguno se parece a otro, en la lejanía tenemos cosas en común, como que no proyectamos sombra en el piso, como un mediodía que se posterga al infinito o como una noche indisoluble.
Afuera no queremos historias de dolor y desarraigo, pues no extrañamos nada, no tenemos memoria, sólo fragmentos de una historia del universo, grabada en nuestra espalda y en nuestra frente espinas que ya no nos duelen, que se nos fijó una crónica asíncrona de las bocas de todos, pero de cosas que no vivimos, de infancias, de adolescencias, de adulteces que no tuvimos, pues es que aquí somos pero no existimos, he pues que nunca podremos morir, somos eternos en nuestro mundo sin pertenencias y donde no somos de nadie, ningún poder, pero al menos ninguna coerción sobre nosotros.
Adentro donde nos han querido domar, pero siempre mordemos, y somos más fuertes que el loco más loco, loco que en el afuera es libre,indoblegable, así en el adentro le exposen y lo confinen a jaulitas, y es que aunque se haya estado allí nuestra alma no creció allá, creció en el afuera, por eso no podemos caber en el adentro, lo reventaríamos; no hemos de extrañar lo que no se conoce, tal vez sólo la remembranza de algo que nos gustó imaginar como era.
Afuera, en la tibieza desecada de nuestra tierra donde no existimos, no crecimos allá, adentro donde los de afuera ya no sabemos como es, reiremos y jugaremos aquí en el afuera, que el adentro te quema la piel y te deja deforme cuando te resulte el alma ingente para ellos, nos cortarán y someterán, pero nos liberarán más en espíritu, que pueden dejarnos sin columnas, pero que la nación nunca se va, nuestras voces quedan en nuestra garganta y cuando gritamos somos el sonido que se confundirá con el ruido de lo masivo, pero volaremos más en el afuera y nunca regresaremos.
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